No hay cómo creerles

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Las promesas, los golpes de pecho y el mea culpa son la constante cada cuatro años con los mundiales y el Tri. Resulta que ya eliminados se dan cuenta de todo lo que se hizo mal, como si no hubieran tenido tiempo para saberlo o intuirlo.

El futbol de México vive entre el negociazo, la pasión del aficionado y los excesos de la televisión como dueños y grupo de poder y control.

A Televisa como eje del negocio le dio una vez más por la mea culpa. Fueron un poquito más severos que en otras ocasiones, pero se dedicaron a lanzar culpas o responsabilidades paralelas. Pusieron el ojo particularmente en la multipropiedad y en el camino hicieron una que otra autocrítica con expresiones que uno imaginaría que desde mañana se aplican.

Doña tele ha manejado el futbol a su antojo desde las transmisiones en el mundial de Chile del 62. Sin dudar de que pueda existir un interés real por el futbol está visto que todo pasa a segundo plano cuando aparece el nombre del juego: el negocio.

Sigue siendo una incógnita por qué los futbolistas mexicanos son campeones del mundo sub 17, competitivos en sub 20, e incluso campeones olímpicos y no pase nada posteriormente con ellos.

Los jugadores entran en los terrenos de la rebatinga económica con promotores y padres de familia que quieren a como dé lugar colocar a sus representados e hijos en el mejor de los lugares y, por ende, con el mejor de los salarios sin atender el proceso que deben seguir, de la noche a la mañana se aburguesan, como decía César Luis Menotti.

La historia de México en los mundiales muestra al futbol mexicano. Tener un buen entrenador siempre ayuda, pero junto con ello la clave es tener jugadores con capacidad para responder, no cuando el partido está tres a cero a favor, sino cuando está de por medio la victoria o la derrota, la presión, y las grandes decisiones en que no deben temblar las piernas.

Son pocos los jugadores mexicanos que están dispuestos a dejar todo con tal de jugar con la selección. Lo que sucede con los futbolistas argentinos, brasileños, chilenos, colombianos, de naciones europeas y africanas es que muestran una pasión que no necesariamente se le ve a los jugadores mexicanos por jugar con su selección.

Los líos y ambigüedad con la que se ha manejado el Chicharito Hernández y los desplantes de Carlos Vela, dos muy buenos jugadores, evidencian lo que para algunos es jugar en la selección; en Argentina o Brasil esto es impensable.

La selección es la cara del futbol. Equipos como España, Italia y Alemania pueden ser eliminados o mal pasarla, pero sus ligas al ser competitivas cierran círculos virtuosos; son estrategias en donde casi todos ganan.

Sumemos la gran dificultad que entraña para muchas de las selecciones europeas, al igual que las de Sudamérica, calificar al mundial. El desarrollo que ha tenido el futbol en los últimos 20 años ha provocado pesadillas y crisis para cualquier selección que pretenda llegar a un mundial.

El supuesto de que si México tuviera que eliminarse en Sudamérica sería echado a las primeras de cambio no procede, el Tri está en Concacaf y ahí se va a quedar.

Es difícil creer en el mea culpa de las televisoras. Es una historia que hemos visto en innumerables ocasiones como dice Raúl Orvañanos.

La infraestructura de los equipos mexicanos es formidable, la pasión por el futbol es necia y entregada, los sueños de los jóvenes por ser futbolistas recorren todo el país, el problema está en que el futbol vive bajo una estructura controlada, carcomida, centralizada en donde la televisión le dice al futbol lo que se debe hacer.

No hay cómo creerles.

RESQUICIOS.

Habrá que ver qué pasa el próximo martes en diputados. Están convocados las y los legisladores al pleno para aprobar o no la Reforma Electoral. No está a debate el plan B a pesar de que no hay cómo aprobar la reforma, quienes la van a rechazar se van a llevar todo tipo de adjetivos en la sesión del pleno y la mañanera, pero dormirán tranquilos.

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