Este 12 de diciembre se conmemoraron doscientos años de relaciones entre Estados Unidos y México. En una ceremonia en la cancillería, en la que participaron el embajador Ken Salazar, el ex senador demócrata Christopher Dodd -asesor especial del gobierno de Joe Biden para las Américas-, y el secretario Marcelo Ebrard, se firmó una “Declaración de Amistad” entre ambos países, que anuncia el relanzamiento de esa relación bicentenaria.
La efemérides del 12 de diciembre, que coincide con la gran festividad de la Virgen de Guadalupe, tiene su origen en la presentación de cartas credenciales, por parte de José Manuel Zozaya, representante del imperio de Agustín de Iturbide, ante el presidente de Estados Unidos, James Monroe. Zozaya, iturbidista de Guanajuato, fue enviado a la capital estadounidense con una misión difícil, de varios objetivos simultáneos.
Ana Rosa Suárez, historiadora del Instituto Mora, que ha estudiado aquella misión, diseñada por el Secretario de Relaciones Interiores y Exteriores José Manuel Herrera, dice que Zozaya debía lograr el reconocimiento de la independencia de México, una alianza defensiva contra una eventual invasión de reconquista española, un préstamo de diez millones de pesos, aranceles beneficiosos para el comercio bilateral, reiterar los límites del Tratado Adams-Onís (1819) y conocer con exactitud los planes de expansión territorial hacia la frontera con la Nueva España, las Floridas y el Caribe.
En sus cartas a Herrera, Zozaya informaba las grandes dificultades de sus avances. La independencia podía ser reconocida, pero la simpatía abierta por la forma republicana de gobierno en Washington y Filadelfia y, específicamente, por el movimiento que encabezaba Simón Bolívar en los antiguos virreinatos de la Nueva Granada y el Perú, complicaba la buena relación con el imperio de Iturbide. En consecuencia, el ministro auguraba poco éxito a la gestión del préstamo, y prefería no mencionar en círculos de Washington el tema de los límites territoriales del Tratado Adams-Onís.
Varios pasajes de aquella correspondencia entre Zozaya y Herrera pueden leerse como pronóstico cumplido de los doscientos años de relaciones entre Estados Unidos y México. Washington rechazaba el sistema monárquico establecido en el país vecino y ambicionaba gran parte de su territorio, por lo que todos los objetivos comunes, derivados de una frontera tan extensa y una obligada vecindad, se verían siempre obstruidos por el choque de intereses.
Hoy el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que lo mismo frente a América Latina, España o la invasión rusa a Ucrania, proyecta posiciones contradictorias con la política de Washington y la Unión Europea, sostiene que nunca antes las relaciones bilaterales habían sido tan profundas y fluidas. Una diplomacia basada en la administración del conflicto y la asimetría, como hace doscientos años, es la aspiración de México.