Penúltima temporada

FRENTE AL VÉRTIGO

Pedro Sánchez Rodríguez<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Pedro Sánchez Rodríguez*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Yo no olvido el año viejo, que ha dejado asuntos inconclusos. No puede ser de otra forma, al final, aunque el año nuevo nos sirve para hacer una especie de borrón y cuenta nueva, le sobreviven los propósitos no cumplidos, las cuentas no pagadas y los asuntos no atendidos. No todo es malo, el 2022 nos ha dejado también cosas muy buenas, las esperanzas, las añoranzas y las buenas rachas. En lo político, el año que se nos fue nos deja en la penúltima entrega de esta experiencia (¿política-sensorial-franciscana?) que ha sido el sexenio de López Obrador.

El problema del poder es que se agota y se escapa entre los dedos al mismo ritmo que el tiempo. Al decantarse, extingue la posibilidad de recuperar los malos pasos dados, de sanar los moretones y de gestionar la memoria. Los peores episodios protagonizados por los gobiernos populistas, siempre han sido los últimos, porque se agota el tiempo para generar la mejor imagen posible para la posteridad y se presta a la imprudencia. Pero en el caso de AMLO, la historia es distinta, porque aunque la casa esté a medio construir, para el Presidente, la transformación de México ya ocurrió y sólo quedan detallitos que afinar.

Si bien el Presidente ha sido responsable financieramente, comparado con otros gobiernos populistas, el entorno económico internacional y nacional (entre algunas otras decisiones) no han ayudado a que esta encomiable renovación moral del Gobierno mexicano —por la cual me imagino el Presidente ha decidido que la transformación se llevó a cabo—, se haya reflejado en beneficios más allá de lo espiritual. Esta satisfacción que sólo da la encomienda realizada, se ha reflejado en un descontrol político dentro de las filas de Morena.

Muestra de ello es el muladar que se ha vuelto el Plan B de AMLO, la Reforma Electoral, cuyo desenlace veremos una vez que inicie el nuevo periodo legislativo, ha estado plagada de jaloneos entre los partidos satélite y los propios legisladores de Morena, que no hicieron más que atrasar la intención de generar elecciones “limpias y honestas” con una estrategia inusitada: desmantelando el órgano encargado de organizar las elecciones.

Mientras tanto, las “corcholatas” promocionan su imagen en espectaculares, se reúnen y participan en mítines y sabrá qué tantos actos anticipados de precampaña estén realizando, confiados en que sus acciones no ponen en riesgo sus candidaturas o la competencia electoral. El cinismo es desconcertante y es imposible no relacionar estos actos de pre precampaña con el ataque artero al INE.

Sea lo que sea, en el primer semestre de 2023 seremos testigos de si el Plan B del Presidente no es más que un amague, esperando que se resuelva el nombramiento de los nuevos consejeros que integrarán el Consejo General del INE, y con ello evitar sanciones en contra de sus discípulos, o si va en serio y busca anticiparse y ganar las elecciones de 2024… en 2023.

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