La política y sus rarezas

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.  larazondemexico

No cabe duda de que este año inició con un ritmo vertiginoso, con hechos y situaciones políticas históricas, tanto en México como en otras partes del mundo.

Aquí un repaso de las peculiaridades en los primeros días de 2023. En primer lugar, los funerales de Benedicto XVI en Roma. Hace casi 10 años, Joseph Ratzinger sorprendió al mundo al renunciar al Papado, dando lugar al inicio de la ahora concluida época llamada de “los dos papas”. En estricto sentido, Papa siempre sólo hubo uno, Francisco, y honoríficamente se le otorgó el título de emérito a Benedicto XVI. La situación es tan peculiar, que hay que rastrear antecedentes muy remotos, que permitan poner en adecuado contexto lo extraordinario de lo ocurrido el 5 de enero en el Vaticano. La última vez que un Papa había renunciado voluntariamente (descontando a los “antipapas” del Gran Cisma de Occidente), había sido con Celestino V, en el siglo XIII; y la última vez que un Papa había celebrado los funerales de otro, había sido hace 220 años, en 1802, cuando Pío VII repatrió a Roma los restos de Pío VI, fallecido en Francia.

Dado que quien ocupa la jefatura del Estado Vaticano y la cabeza de la Iglesia católica es, en principio, designado para ello de por vida, lo habitual es esperar a su fallecimiento y que, entonces, el colegio cardenalicio designe al sucesor. Mientras tanto, un cardenal, que lleva el título de camarlengo, queda encargado de conducir los asuntos cotidianos de la Iglesia en momentos clave, entre ellos, presidir los funerales del Papa recién fallecido y coordinar el proceso para la elección del nuevo en el consiguiente cónclave, hasta que vuelva a surgir el famoso humo blanco.

Por otro lado, en Estados Unidos, el año arrancó con el gran desaguisado de la elección del presidente (speaker) de la Cámara de Representantes. El episodio es aleccionador. No había ocurrido un despropósito de tal magnitud desde hacía más de 160 años. Lo usual, dado el bipartidismo estadounidense, es que los resultados electorales producen una mayoría absoluta en ambas cámaras del Congreso y, en el caso de la cámara baja, los miembros del partido mayoritario, de manera disciplinada y casi mecánica, eligen al líder de su bancada como speaker of the House. Pero en esta ocasión, las graves divisiones dentro del Partido Republicano llevaron a que tuvieran que pasar 4 días de amargas negociaciones y ¡15 rondas! de votaciones para romper, finalmente, el impasse que impedía lograr el acuerdo para que Kevin McCarthy fuera electo.

El episodio no es meramente anecdótico. Muestra, en primer lugar, que no existía, en la bancada republicana, una figura que de manera contundente convocara un liderazgo indiscutible; muestra también la falta de oficio en la negociación dentro de la bancada “roja” en cuanto a aspectos tan relevantes como la reforma al reglamento de debates o el liderazgo de los comités; y, por último, muestra la intransigencia del sector más derechista, rebelde y radical dentro del Partido Republicano, el Freedom Caucus. La fractura generada por el trumpismo genera estragos y ahonda las grietas. Todo ello, ante las miradas azoradas y condescendientes de los demócratas, a quienes quedó claro que los zapatos de Nancy Pelosi van a ser muy difíciles de llenar.

Por casa no nos quedamos atrás, con el supremo escándalo del plagio. Tras la gravedad del asunto y todo el desafortunadísimo desaguisado, habla muy bien de la mayoría de los ministros de la Suprema Corte que no se hayan dejado presionar y eligieran a Norma Piña como la primera, muy digna, presidenta del máximo tribunal del país. También hay que rescatar la actuación del rector de la UNAM, dejando en claro, oportunamente, los procedimientos y tiempos para la investigación del caso, sin dejarse presionar por la coyuntura política y evitando, así, incidir en un escenario que no le tocaba.

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