El cuento

LAS LECTURAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

El cuento tiene como característica principal la brevedad. Contar una historia en un lapso breve; pero lograr atrapar a un lector rápidamente tiene una gran dosis de complejidad.

El narrador de cuentos sabe que no debe desperdiciar sus recursos en una retórica innecesaria; es decir, debe atrapar a su lector de forma inmediata. No debe tardar mucho en presentar a los personajes, no hay necesidad de describir sus características al detalle, ni físicas ni psicológicas, basta con nombrar las que son indispensables para entender la historia que se quiere contar. Por ende, los personajes secundarios que aparezcan no deben tener historia propia, su existencia se justifica para entender al personaje principal. Éste gira a su alrededor, reafirmando lo que se quiere puntualizar acerca de aquél. No se puede desperdiciar tinta en explicaciones innecesarias que nos desvíen de la trama que se desarrolla alrededor de él o los protagonistas.

Lo mismo sucede con el argumento, debe desarrollarse de forma eficiente. El autor debe atrapar al lector desde las primeras líneas. El discurso debe ser arrollador, despertar la curiosidad.

El clima de suspenso debe aparecer desde un momento temprano en la historia, incluso a veces en las primeras líneas. Las descripciones sobrecargadas, llenas de adjetivos salen sobrando.

El cuento es como una carretera corta, en donde no hay desviaciones innecesarias porque el destino está próximo. No hay paradas que nos hagan perder el tiempo a diferencia de la novela, cuya extensión permite al autor hacer desviaciones de la trama principal, presentar a personajes secundarios con tramas propias, jugar con varias historias a la vez, utilizar diversas voces narrativas y tiempos distintos.

El cuento es un género menos agradecido, parece de estructura más sencilla, pero la realidad es que su brevedad es una limitante importante.

El cuento debe iniciar con una presentación que cause impacto en el lector, un nudo que consolide todos los elementos narrativos sin escatimar recursos para finalmente presentar un desenlace que cierre la historia y deje satisfecho a su lector.

Por lo general se utiliza una sola voz narrativa. En caso de utilizar dos, debe de ser porque es vital para la trama, puesto que esto sólo confundiría al lector.

Las acciones que desarrolla cada personaje deben estar siempre justificadas en la trama, no hay tiempo para escenas innecesarias.

El espacio no debe describirse demasiado, si acaso con las palabras necesarias para ubicar la historia. En caso de que el espacio sea vital en el argumento, puede utilizarse una cantidad extra de adjetivos para su descripción, siempre cuidando que no se alargue demasiado,

El ambiente debe desprenderse de un modo claro con la descripción del espacio y los personajes (el ambiente o ámbito siempre se intuye, es la percepción que se desprende a la hora en el que el lector pone en marcha el poder de la imaginación), las palabras que se utilizan deben entonces estar perfectamente seleccionadas.

En cuanto al tiempo narrativo, por lo general, no debe confundir al lector con demasiados cambios. Si el argumento necesita hacer una retrospección —ir al pasado—, o prospección —adelantar algo que no ha sucedido—, debe ser indispensable para la trama, y no abusar de su uso.

Así que escribir cuentos tiene una complejidad importante. Cuando un escritor quiere contar una historia breve debe cuidar la estructura al máximo. La novela, en cambio, permite al autor divagar en subtramas que nos desvíen de la principal, tiene capacidad de maniobra para que el lector vaya y venga en distintas historias. El cuento es entonces un género egoísta, quiere buscar que la atención del lector sea total, atrapándolo rápidamente en su red para no soltarlo hasta que llegue el final.

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