El regreso de los tanques aliados a Ucrania

EL ESPEJO

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

La última vez que tanques rusos y alemanes se enfrentaron en territorio ucraniano fue durante la Segunda Guerra Mundial, en la batalla de Kursk en 1943. Las fuerzas alemanas lanzaron sus tanques Tiger y sus T-34 contra el Ejército Rojo, en un intento de controlar la región de Kursk en Ucrania. Sin embargo, fueron derrotados en una de las batallas de tanques más grandes y sangrientas de la Segunda Guerra Mundial, donde casi un millón de soldados fueron asesinados en un punto de inflexión hacia la derrota de Hitler.

Ochenta años después, los tanques alemanes volverán a operar en territorio ucraniano, pero esta vez no como fuerzas invasoras, sino como equipo entregado por Alemania para que Ucrania pueda defender y proteger su territorio. Además de los Leopard 2 que entregarán los alemanes y otros gobiernos europeos, los tanques estadounidenses Abrams 1 y los Challenger 2 británicos sumarán 321 vehículos blindados pesados que serán entregados próximamente por los aliados de la OTAN a Ucrania. Esto representa un nuevo salto en las políticas de envío de armamento, pues los equipos que se habían entregado a los ucranianos en fases previas de la guerra eran mayormente de defensa, como los misiles Javelin, o con un alcance acotado, como los misiles Himars que pueden alcanzar objetivos a 80 kilómetros de distancia.

Si bien la tecnología de los equipos europeos y estadounidenses supera ampliamente a los obsoletos T-72 de la era soviética que hoy son los protagonistas de la invasión, los rusos aún tienen alrededor de dos mil tanques que podrían utilizar. El avance ucraniano no se tratará de una victoria relámpago, sino de una lucha feroz en un territorio que mayormente está cubierto de extensas llanuras. Los tanques, sin duda, son un elemento fundamental para poder resistir y pasar nuevamente a la ofensiva en puntos estratégicos, pero no son suficientes para una victoria inmediata, lo cual obviamente implica que las cifras de fallecidos no harán más que seguir incrementando. Pero, dado que los ucranianos se enfrentan a una situación en la que dejar de pelear implica perder su territorio, su libertad y sus vidas, no tienen otra alternativa que pelear hasta que el régimen de Putin decida detener su invasión, lo cual tampoco se ve en el terreno de lo posible.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Ucrania peleó al lado de los rusos no precisamente por gusto, sino porque estaban bajo el dominio de la Unión Soviética en un régimen de opresión que llegó al extremo de asesinar entre 4 y 7 millones de ucranianos de hambre por una política deliberada de Stalin años antes. Pero la amenaza mayor en ese momento era Hitler, que quería apoderarse de Ucrania para convertirla en el granero de Alemania. Derrotados los nazis, los ucranianos tuvieron que seguir lidiando con una opresión criminal desde Moscú que lo mismo pretendió exterminarlos cuando eran parte de la URSS, que hoy, tres décadas después y bajo el sueño imperialista de Putin. Los tanques europeos y rusos que volverán a enfrentarse 80 años después pueden dar la idea de que nada ha cambiado y, al mismo tiempo, todo ha cambiado.

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