Por qué tanto abuso sexual contra menores

LA UTORA

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

“Resentida de mierda”.“¿Pensás que sos la única víctima? Esto pasó delante de mis ojos y no me di cuenta. ¿Sabés la culpa que cargo?”.

Es un libro implacable. Andar cada página es sentir el hormigueo de la profundidad, el vértigo de pisar en falso. Allá abajo se oye un río oscuro.

Antes de que el #MeToo estallara en Estados Unidos en 2017 e impactara América Latina en 2018, una argentina de 22 años denunció a su tío por abuso sexual. Era 2014: con todos en contra, Belén López Peiró dijo en su país que el cuñado de su madre estuvo sirviéndose de su cuerpo de los 13 a los 17. Luego la chica se puso a escribir para tomar control de su historia, para recuperar agencia sobre lo vivido. Como desmenuza Joan Didion: en muchos sentidos el oficio de las palabras implica el acto de decir yo, de imponerse al otro y decir escúchame.

“Te enojaste con la abuela porque seguía dejando que él la visite”.

“Si ella hubiera hablado, quizás vos no estarías acá”.

Se llama Por qué volvías cada verano (Palíndroma, 2021). El título no es pregunta sino afirmación: cuando la autora dijo lo ocurrido, familiares acusaron entre líneas que se lo había buscado y regresó por más. La realidad es que su madre trabajaba y no podía cuidarla en vacaciones, mientras su papá era un irresponsable, un ausente; los tíos recibían a Belén como un favor. Y el hijo de puta se lo cobraba en la sobrina.

“Esto queda entre nosotras”.

“Siempre tuviste celos [de tu prima]. Porque tenía muchos amigos, porque podía salir a bailar... Porque ella tiene una familia que la quiere. Y vos no”.

Tanto la estructura fragmentada del libro como el manejo cirujano de la polifonía transparentan la rabia y la podre que sangran cada línea. Además, la técnica formal revela que en la violencia sexual repetida contra menores no existe sólo un responsable, sino un sistema familiar negligente. Caníbal. O cómplice.

Me taladra el pecho pensarlo, no lo había nombrado. Belén es frontal: “No hay un único culpable”. Por ejemplo, aunque abuela, tías y primas supieron del daño siguieron tratando al delincuente como si nada.

“Hija de puta, ¿qué dijiste? ¿Cómo podés hacernos esto?”.

“Yo sé que es verdad, pero no puedo alejarme de mi hija”.

Por qué volvías se vende en Argentina, México, Uruguay, Chile, España; vienen traducciones a cinco idiomas. Eso quizá resulte en que menos familias se hagan tontas, que realmente cuiden a sus niñas. Tal vez otro efecto del éxito editorial sea que lectoras que han vivido abuso también hallen un hogar en la escritura. Uno de reparo. De justicia.

Es un libro implacable porque enseña a ver que en tantas casas se protege con silencio al agresor. Y éste sigue abusando. Que muchas familias cuidan, sobre todo, al pederasta.

Antes de leer yo no sabía que lo sabía.

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