Xóchitl fue agredida con un arma de fuego y un objeto punzocortante por su expareja sentimental en la colonia Lomas del Mirador, en el municipio de Tlajomulco de Zúñiga, Jalisco. Su hija fue testigo de la brutalidad con la que fue atacada.
Alejandro N. atacó a su exmujer en presencia de sus hijos. Por la gravedad de sus heridas, Sandra Paola se encuentra entre la vida y la muerte. Él ya fue detenido. Todo ello en Zapopan, Jalisco.
“Soy un asesino y he matado a mi esposa”, así confesó Alexander Israel Pinedo Barro el feminicidio de su esposa Marilyn Martínez, frente a los elementos de la Policía Nacional del Perú (PNP). El hijo de la pareja presenció el crimen, estaba encerrado en una de las habitaciones de la casa cuando la policía llegó.
Éstos son algunos ejemplos reales de la violencia intrafamiliar a la que se enfrentan y están viviendo nuestras niñas, niños y adolescentes. Su hogar se convirtió en un infierno cuando su padre decidió arrebatarle la vida a su mamá enfrente de ellos.
La violencia contra las mujeres cada día escala cruelmente, los feminicidios están a la orden del día. En las dos últimas semanas, al menos cinco casos de intentos de feminicidios y de infanticidios han cimbrado a la opinión pública en el país, uno de ellos el de Sandra Paola.
Los feminicidios, en su gran mayoría, son cometidos por parejas o exparejas de las víctimas, pero lo más alarmante, es que ahora los testigos principales son los hijos e hijas.
La violencia feminicida ya no sólo deja como víctimas a la mujer, sino que también a los hijos e hijas que presencian el asesinato o intento de asesinato de su mamá, hecho que los deja marcados de por vida.
Es verdad que vivimos una crisis social y de seguridad, pero nunca habíamos presenciado que los feminicidas actúen sin pudor, sabiendo que la impunidad y la indiferencia los protege.
La violencia machista nos pone a todas las mujeres contra la pared, pues no distingue de edad, credo, escolaridad, estatus económico. Las muertes de mujeres no son una cifra más, son vidas, son historias que nos deberían de estrujar.
Que las niñas, niños y adolescentes sean los principales testigos del feminicidio de su madre nos debería de cimbrar a todos, porque los daños causados son incalculables, sobre todo cuando de salud mental se habla.
No imagino la desesperación de estos pequeños y pequeñas por defender a su mamá, por rescatarla de quien se supone debe protegerlos; eso, sumado al miedo que les representa enfrentarse a su padre.
Es por eso que no podemos normalizar los feminicidios, ni ser indiferentes a éstos, porque atrás del feminicidio de una madre hay vidas de por medio, son las niñas, niños y adolescentes que no sólo deben defender a su mamá, sino que, además, tienen que testificar en contra de su padre.