Barreras a los jóvenes

FRENTE AL VÉRTIGO

Pedro Sánchez Rodríguez<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Pedro Sánchez Rodríguez*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

La participación de los jóvenes en la política nacional deja mucho que desear. Una respuesta sencilla tiene que ver con la percepción, normalmente expuesta por personas mayores, de que la juventud tiene poco interés en los asuntos públicos y que es apática en lo que a política se refiere. Es de llamar la atención este argumento cuando aproximadamente la mitad de la población tiene menos de 34 años, por lo que en realidad el problema parece estar más por parte de la demanda y no de la oferta política.

En nuestros días, los principales puestos políticos del país son ocupados por personas mayores de 34 años. Esto se debe a límites constitucionales: para ser diputado se requiere tener 21 años, para ser senador 25, y 35 para ser Presidente. Si bien los argumentos para limitar el acceso a estos cargos públicos pueden defender la experiencia necesaria para ocupar un puesto público, entonces no me queda claro por qué el límite para ser Presidente es de 35 y no de 50, si lo que se busca es experiencia.

Si bien puede parecer una discusión menor, este sólo es el inicio de una serie de barreras de entrada al “mercado político”. En Estados Unidos, por ejemplo, el Senado tiene una media de edad de 63 años, siendo que la edad mediana en este país es de 38 años. En México, hasta donde tengo conocimiento, no se ha difundido el promedio de edad de los congresistas federales, pero posiblemente ronde en los 50 años. La situación en Estados Unidos ha provocado debates sobre no la edad mínima para participar, sino la edad máxima para poder ser representante.

La discusión sobre la edad que deberían tener nuestros representantes tiene tensiones. Uno podría pensar que un joven es mejor representado cuando su diputado es joven también. Pero, por otra parte, también podría ser mejor representado por quien sabe hacerlo, independientemente de su condición socioeconómica, étnica o generacional. Sobre esto último, uno únicamente sabe cuando otro hace bien su trabajo, cuando lo ha visto trabajar. Si esto fuera siempre cierto, las curules de los congresos no se verían rojas o verdes, sino blancas por las cabezas de quienes las ocupan.

Para atender esta tensión, se han implementado cuotas para que en los congresos, por ejemplo, no sólo se vean corbatas. Esta situación ha incrementado la participación de las mujeres en puestos políticos relevantes. En el caso de los jóvenes, dichas cuotas pueden ser una solución para incrementar la participación de este sector en la política, incrementar el número de representantes con menos de 35 años, y hacer un relevo generacional en la política nacional, que buena falta nos hace.

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