El otro Dahl

ENTREPARÉNTESIS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Ahora que todo el mundo tiene al gran Roald Dahl en mente (pero no es cierto, uno dice y piensa “todo el mundo” como sinécdoque de sus redes sociales), y que hay un justo escándalo por la reescritura de sus libros infantiles que la editorial Puffin y sus “sensitivity readers” han llevado a cabo, al grado de cambiar el adjetivo “gordo” por “enorme” y de plano cancelar la palabra “feo”.

Ahora, pues, que se ha “bowdlerizado” el corpus de la obra de Dahl dedicada a los niños (el neologismo es horrible, y su origen peor: el Dr. T. Bowdler decidió expurgar de la obra de Shakespeare ¡todas las referencias sexuales y de doble sentido!), y que tememos por la integridad de clásicos contemporáneos como Charlie y la fábrica de chocolate o Matilda (mi favorito personal es The BFG o El gran gigante bonachón), quiero llamar la atención de los censores sobre otro Dahl, probablemente el mejor, el más magistral: el autobiográfico y el escritor para adultos. ¡Ahí sí que hay mucha tela de donde cortar y censura que ejercitar! Manjar de los justicieros woke, la obra de Dahl para lectores independientes y de pantalones largos está a la espera de ser incinerada en la ya colosal pira de nuestra corrección política. Si no la conocen, la recomiendo ampliamente.

La autobiografía de Dahl consta de dos libros titulados Boy y Flying solo que se leen cada uno en un día y que duele soltar. Aquél, sus memorias de infancia, me recuerdan a Mi familia y otros animales de Gerald Durrell, y éste, sus memorias de juventud, me recuerdan a Adiós a todo eso de Robert Graves, es decir que se insertan en una feliz tradición que consigue convertir, por medio de la alquimia literaria, la vida de una persona particular en una aventura compartida. Se sabe que los británicos son grandes biógrafos, pero también son enormes autobiógrafos.

Pero el género en que su talento encontró una expresión óptima fue el relato breve, de unas cuantas páginas en que siempre se llega a una situación límite y a niveles de estrés antes desconocidos para los lectores. Uno sale placenteramente exhausto de libros como Someone like you, Kiss Kiss y Tales from the unexpected: Dahl es un maestro de la trama psicológica (Hitchcock fue su lector y adaptador) y de empujar a sus personajes a ese punto en que la atrocidad no es una opción inviable. ¿Se puede torturar a un árbol?, ¿desollar a un hombre tan sólo por un tatuaje?, ¿apostar los dedos de la mano?, ¿convivir con una serpiente venenosa en el estómago?, ¿saltar de un barco para no perder dinero?, ¿asesinar a alguien con una pierna de cordero y salirse con la suya? Se puede: los cuentos de Dahl lo demuestran en unos pocos párrafos que exploran nuestro lado oscuro y lo cerca que estamos de cruzarlo. En uno de sus mejores y más característicos relatos, titulado “Sabor”, un hombre, seguro de que su interlocutor jamás reconocerá la procedencia de un vino raro que posee, lo desafía a hacerlo, lo invita a degustar el vino y termina apostando a su propia hija…

El Dahl para adultos es oscuro, cruel y perverso en grado sumo. ¡Todo un banquete para lectores sensibles y un mundo abierto a la reescritura!

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