Negligencia médica, otra especialidad del IMSS...

GENTE COMO UNO

Mónica Garza<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Mónica Garza*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Anualmente en México más de 27 mil personas son sometidas a la amputación de uno o más miembros de su cuerpo. Las causas pueden ser varias, accidentes, emergencias médicas, amputación por diabetes, o la peor de todas: Negligencia médica.

Sobre ésta, los hospitales del Instituto Mexicano del Seguro Social desafortunadamente han probado ser los que más quejas presentan.

Y digo desafortunadamente porque para la mayoría de los mexicanos, no hay más opción de atención médica que esa, que no siempre los deja en las mejores manos y resulta un volado del que no siempre se sale bien librado.

Casos hay tantos, como idolitos enterrados en suelo mexicano...

En 2018 el IMSS fue la institución federal que más recomendaciones recibió por parte de la Comision Nacional de Derechos Humanos. 21 recomendaciones para ser exactos en aquel año.

Omisiones al proporcionar atención médica, negligencia médica, omisiones en suministro de medicamentos, obstaculización para otorgar las prestaciones de seguridad social a las que el usuario tiene derecho o realizar deficientemente trámites médicos, son las quejas más comunes.

¿En qué estado se encuentra al respecto de negligencias médicas el IMSS actualmente? ¿Ha mejorado? ¿Empeorado?. Resulta difícil saberlo.

Porque desde aquel 2018, la transparencia de datos no es una de las características de la transformación de dicha institución, y la opacidad en la información se incrementó durante la crisis de la pandemia por Covid 19.

Esta semana me tropecé con una historia de terror y dolor que ocurrió hace aproximadamente 5 años, en la Clínica 72 IMSS Tlalnepantla de Baz, en el Estado de México.

Es el caso de Deyanira Gómez, una mujer que encontré por accidente en el consultorio de un protesista especializado en pacientes de actividades de alto rendimiento.

Yo estaba cubriendo la historia de dos personajes muy célebres en redes sociales, por vivir de manera increíblemente resiliente con amputaciones en brazos y piernas.

Deyanira se estaba ejercitando en una caminadora eléctrica, ayudada por una terapeuta y un barandal, con la mirada fija en los tenis que calzaban las prótesis de sus dos piernas, que estrenó hace poco más de un año.

No pude evitar acercarme cuando la vi caminar con menos facilidad que los casos que yo ya estaba documentando. Me presenté y al extenderle la mano, ella me la tomó y me di cuenta que también le faltaban los dedos.

¿Puedo grabar tus ejercicios? le pregunté, “¡Claro que sí!” me respondió sin titubear y noté que la expresión en su cara era más retadora que sonriente.

¿Qué te pasó? le pregunté. “Soy víctima de una negligencia médica” disparó sin dudar.

Entonces, le pedí autorización para prender la cámara y conectarla a un micrófono, porque la historia de una mujer de 47 años que una mañana entra a un hospital con un cuadro de gastritis y sale sin piernas ni manos, merece ser contada.

Deyanira Gómez volvió a nacer después de una mala atención; hoy, sigue su vida y trabaja como asesor independiente de afores.
Deyanira Gómez volvió a nacer después de una mala atención; hoy, sigue su vida y trabaja como asesor independiente de afores.

“Me llevaron al Seguro Social porque esa noche tuve vómitos y mala respiración, me sentí mal, como que perdí el conocimiento”, me dijo para comenzar la crónica.

“Soy diabética, pero mi diabetes estaba controlada. No me preguntaron y me pusieron cortisona, me subió el azúcar; llegué deshidratada, con la presión baja y así me metieron al quirófano... “

“A través de una laparoscopía exploratoria me encuentran una hernia hiatal y me hacen una “funduplicatura” (procedimiento quirúrgico para tratar el reflujo ácido estomacal). A las 12 horas empecé a hincharme y no se explicaban por qué”.

“Empecé a tener falla renal aguda. Me falló el corazón y el hígado. Me metieron al quirófano y al abrirme encontraron sangre contaminada que me provocó un choque séptico”.

“Salí de esa cirugía y mi papá les dijo que se me veían las uñas de los pies y de las manos azules. Pero ellos me los vendaron”.

“Mi papá revisó mis pies y mis manos, y se dio cuenta que se estaban poniendo negros, les avisó a los doctores y ellos, no tenían el medicamento adecuado que llaman “de rescate”...Y dejaron pasar cinco días”.

“Yo recuerdo que perdí el conocimiento, durante a lo mejor, no sé, dos semanas. Y desperté con los pies y las manos completamente necrosados. Esto ocurrió en la clínica 72 del seguro social en Gustavo Baz”.

Deyanira cuenta que entonces fue trasladada al hospital de La Raza y ahí le salvaron la vida, pero no pudieron salvar sus piernas ni sus manos. Su vida dio un vuelco. Volvió a nacer ese día, pero distinta.

Hoy tiene 52 años, camina con prótesis que ella misma pagó; maneja, y trabaja como asesor independiente de afores.

Difícilmente ha ido rediseñando la vida que una imperdonable negligencia médica le arrebató, en un sistema de salud tantas veces denunciado por deficiente, desabastecido e indolente.

Y de sus consecuencias están llenas las calles y los panteones.

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