Lamentables sucesos recientemente ocurridos han traído a la ciudad de Matamoros de vuelta a los primeros planos. En este municipio del noreste de nuestro país inicia la frontera con Estados Unidos, en las márgenes del río Bravo. Matamoros es una ciudad fronteriza, fundada en 1774 por 12 colonos que decidieron ubicar en esas tierras sus ranchos.
Los primeros españoles que llegaron a la región lo hicieron en 1497, considerando el sitio como extraordinario por su belleza, diversidad y riqueza, aunado a la desembocadura de su río en el Golfo de México. Fueron justamente esas condiciones las que atrajeron a familias que provocaron auge y prosperidad. Es Matamoros protagonista de distintos capítulos de la historia de México, particularmente de aquellos en los que Estados Unidos tienen aparición. Para muestra, como resultado de las disputas entre ambos territorios, tres participantes de ellas lograron encabezar los gobiernos de sus países: Mariano Arista y Manuel González, presidentes de México, y Zacarías Taylor, invasor que tras hacerse de la victoria contra México se convirtió en presidente de Estados Unidos, todo ello en ese gran territorio.
El reciente secuestro de ciudadanos norteamericanos en Matamoros ha provocado tensión a la relación entre ambas naciones. La entrega posterior de presuntos responsables a la autoridad por parte de supuestos grupos de la delincuencia ha sorprendido aún más. La crítica no se ha hecho esperar. Algunos actores norteamericanos sostienen que se ha perdido el control y la soberanía. Hasta ahora son sólo opiniones, que no han devenido en acciones de mayor calado.
La ciudad de Matamoros no se encuentra listada entre las más violentas de México y del mundo, sí entre las más relevantes con base al intercambio comercial con Estados Unidos. Los detalles del suceso revelan el riesgo, la vulnerabilidad y el nivel de descomposición que se ha alcanzado en ciertas regiones del territorio nacional.
Lo que es claro, más allá de la nacionalidad de las víctimas y de las características de sus perfiles, es la imperante necesidad de continuar ejecutando acciones que permitan pacificar al país, para garantizar seguridad a habitantes y visitantes. Cualquier plan que se ejecute debe partir de un diagnóstico y deberá ser ejecutado intentando cubrir todos los frentes. Las estrategias deben ser revisadas periódicamente para someterse a ajustes.
El Gobierno de México se ha empeñado en privilegiar la política social, intentando quitar la base social a los grupos de la delincuencia. La estrategia es correcta, pero llevará tiempo. Si bien las estadísticas de violencia en ciertos rubros se encuentran en su máximo histórico, la tendencia de crecimiento se ha logrado desacelerar de manera muy importante. Todos tenemos un papel en esta estrategia, cada quien desde su trinchera, con base en sus responsabilidades. El fortalecimiento de la política social, la decidida prevención del delito, las labores de inteligencia, la participación profesional de las Fuerzas Armadas y la consolidación de la Guardia Nacional son elementos fundamentales que poco a poco brindarán los resultados esperados.