El bullying mata

SIN MIEDO

Josefina Vázquez Mota*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

A Norma Lizbeth la mató el bullying, pero también la indiferencia y el silencio cómplice. La indiferencia de las autoridades de la secundaria a la que acudía, la de sus compañeras y compañeros, la de los tres órdenes de gobierno y la de la sociedad.

La muerte de Norma Lizbeth, de tan sólo 14 años, es el reflejo de la invisibilidad con la que viven nuestras niñas, niños y adolescentes, pocos los escuchan, los atienden y los apoyan. Hoy, nuestra infancia y adolescencia necesitan urgentemente que los observemos, que los veamos como seres con derechos, que hagamos una alto en el camino y cubramos sus necesidades.

El odio y la discriminación están matando vidas, quitarle la vida a una persona con tanto dolo es inaceptable, es inaudito, no sólo por los hechos en sí, sino por la indiferencia que mostraron las autoridades escolares, la familia de la presunta agresora y de los compañeros y compañeras que, en lugar de parar la agresión, la aplaudían.

El bullying no sólo mató a una menor, sino que tiene en un vilo la libertad de otra menor, la de la presunta agresora, y tiene con temor a quienes con sus cámaras grababan la agresión, pero también, a quienes prefirieron callar.

Todos los involucrados en la muerte de Norma Lizbeth son el espejo de nuestra sociedad, ahí estamos todos, algunos de espectadores, otros incitando al odio, otros burlándose, otros en la indiferencia, unos siendo el presunto agresor, otros siendo la víctima, y algunos otros, auxiliando a esta última.

Norma Lizbeth no tenía por qué perder la vida, ella sólo quería parar las agresiones en su contra que vivía diariamente en su escuela, y de las que la dirección hizo oídos sordos. Quería que dejaran de agredirla por su color de piel, por su personalidad y por ser ella.

No es la primera vez que sabemos de un caso de bullying en México, hemos sido testigos de diversos videos donde son explícitas las agresiones, en donde las víctimas intentan defenderse. Sabemos también de quienes por bullying terminan suicidándose.

Estoy segura que el día en que murió Norma Lizbeth, decenas de niñas, niños y adolescentes, habrán sido víctimas de bullying, víctimas del odio, de la discriminación, de la indiferencia, del miedo y del silencio cómplice.

La muerte de Norma Lizbeth es un gran llamado de atención a voltear a ver a nuestras niñas, niños y adolescentes. Urgen políticas públicas enfocadas a ellos, que sean parte de programas prioritarios de los tres órdenes de gobierno.

En México, ningún menor debería de morir por odio, por violencia, por negligencia, por indiferencia, y mucho menos, por las agresiones de otro menor.

Convoco no solamente a que la muerte de Norma Lizbeth no quede impune, sino a hacer una gran alianza por nuestras niñas, niños y adolescentes, a detener el odio, a renunciar al silencio cómplice por la denuncia, a cambiar la discriminación por el respeto, a educar a nuestros hijos e hijas desde el amor, porque en nuestro país no debe morir una adolescente por bullying.

Mis condolencias y apoyo a la familia de Norma Lizbeth, mi respaldo a todas y todos los que son víctimas de bullying. Hoy les digo que no callen, que desde el Senado de la República cuentan con una aliada que seguirá trabajando a favor de sus derechos y de garantizar su interés superior. Por Norma Lizbeth digamos NO al bullying que mata.

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