La batalla por la jubilación

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Guillermo Hurtado*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Hemos visto imágenes muy impresionantes de las manifestaciones en contra de la ley impuesta por el presidente francés Emmanuel Macron, para elevar la edad mínima de jubilación de los 62 a los 64 años.

La razón aducida por el gobierno galo es que el sistema vigente es insostenible. Por una parte, cada vez hay más ancianos y cada vez viven más. Por otra parte, cada vez hay menos jóvenes, por lo que la fuerza laboral se ha contraído y, por lo mismo, los recursos obtenidos por vía de contribuciones son insuficientes para sostener las pensiones actuales. Cuando la ley fijó en 62 años la edad mínima de jubilación, las condiciones sociales eran diferentes, pero ahora que han cambiado es indispensable elevar la edad para que el sistema no quiebre. Suponer que la edad de jubilación es un derecho inmodificable —como los derechos humanos— es no entender las condiciones materiales que le da viabilidad. Quienes se resisten a la nueva ley quieren seguir disfrutando de privilegios que, en la actualidad, son insostenibles.

Frente a los argumentos anteriores, se aduce que el gobierno podría resolver el problema sin tener que aumentar la edad mínima de jubilación. El dinero faltante podría obtenerse de otras maneras, por ejemplo, aumentando los impuestos a los millonarios y a las grandes corporaciones o reduciendo el gasto militar. Algo que ha indignado a muchos franceses es que Macron impuso esta ley sin solicitar el voto parlamentario. Aunque la constitución francesa permite lo anterior, se argumenta que en un tema tan delicado como el de las pensiones, se debió haber dado la voz a la Asamblea. La jubilación no es un privilegio caprichoso y los jubilados no son unos flojos que quieren vivir a costa de los demás, en especial, de los jóvenes. La jubilación es un derecho conquistado por las luchas sociales del pasado. Es más, si uno observa las imágenes de las manifestaciones, podrá constatar que en ellas hay muchos jóvenes que no han comprado la falacia siniestra de que los viejos quieren explotarlos, estrategia que pretende dividir a la clase trabajadora por generaciones y estigmatizar moralmente a los ancianos.

La etimología de la palabra “jubilación” nos dice mucho de los ideales que están detrás de ella. El origen es la palabra latina jubilare, de donde también procede nuestra palabra “júbilo”. Estar jubilado, por lo tanto, es estar feliz. Hay otra etimología, menos conocida, que nos ayuda a entender por qué la jubilación se concibe como una dicha. La palabra “trabajar” procede del verbo latino tripaliare que significa “torturar”, para ser más específicos, castigar con un instrumento compuesto por tres palos que se llamaba tripalium. Dejar de trabajar, después de décadas de hacerlo sin tregua, es un anhelo razonable de los seres humanos. Como decía Cantinflas, “si el trabajo servil fuera bueno, los ricos ya lo hubieran acaparado”.

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Josefina Vázquez Mota