El nearshoring en la industria audiovisual

BANDA ANCHA

Roberto García Requena<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Roberto García Requena*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Hace un par de décadas parecía una mala idea estudiar cine en este país. No veíamos futuro en esa profesión. La realidad actual muestra otro panorama. Gracias a la digitalización y al Internet, la producción audiovisual se ha convertido en una actividad muy rentable, así como de inmediata y fácil exportación.

Esto explica en una parte el que Hollywood esté filmando fuera de su territorio. La otra parte se explica mediante el fenómeno del nearshore o “localización cercana”, que es un tipo de subcontratación o externalización de una actividad con salarios más bajos que en el país de origen, y que se realiza relativamente cerca en distancia y/o huso horario.

Los costos más bajos de personal y equipo fílmico, el talento local y la cercanía a EU han impulsado a las empresas americanas de contenido audiovisual a producir en México. Prueba de lo anterior es que, según datos de la Comisión de Filmaciones de la CDMX, en 2022 la inversión extranjera en producción alcanzó los 656 millones de dólares; y las filmaciones en la Ciudad crecieron 23% respecto al año 2021.

Estas son buenas noticias. No sólo por la suma, sino porque la producción audiovisual es intensiva en contratación de personal, y porque las filmaciones derraman fuertemente a sectores de la economía distintos a la producción fílmica, como es el caso de: asistencia comercial, construcción y bienes raíces, viajes y traslados, hotelería y catering, asuntos financieros y legales, energía y seguridad, entre otros.

Si a lo anterior sumamos la promoción turística que el audiovisual genera, podemos entender por qué naciones de todo el mundo están implementando incentivos fiscales o reembolsos de inversión para atraer filmaciones. Si México quiere competir en las industrias del siglo XXI, es urgente revisar nuestras políticas públicas para consolidarnos como un destino fílmico relevante.

En este sentido, resulta urgente evitar el desmantelamiento de lo que ya existía en materia de fomento, como es el caso del Fondo de Inversión y Estímulos al Cine (Fidecine), que era un fideicomiso federal creado en la Ley de Cinematografía. Desde su creación en 2001, el Fidecine había respaldado cerca de 300 proyectos cinematográficos, entre ellos, No se Aceptan Devoluciones —proyecto que recibió 10 millones de pesos del Fidecine, y que generó más de 600 millones de taquilla, retornando lo recibido más utilidades al Fidecine, y generando casi 100 millones de pesos al Estado mexicano en impuestos —, Un Gallo con Muchos Huevos, La Dictadura Perfecta y “KM 31”.

Al momento en que escribo este artículo, la SCJN está debatiendo el futuro del Fidecine. La industria y comunidad cinematográfica se han unido en su defensa. Porque si bien el gobierno sustituyó al Fidecine con un programa de subsidios directos llamado Focine, este programa no está en Ley, por lo que cada año puede desaparecer.

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Arturo Damm Arnal