Lo ideal, en materia tributaria, es el impuesto único (uno solo), homogéneo (la misma tasa en todos los casos), universal (sin excepción, ni de objeto, ni de sujeto, gravable), no expoliatorio (destinado a financiar únicamente las legítimas tareas del gobierno, relacionadas con la impartición de justicia: prohibir violar derechos, prevenir su violación, castigar al violador, obligarlo a resarcir a la víctima), a la compra de bienes y servicios para consumo final (no a la compra de bienes y servicios para consumo intermedio, no directamente al ingreso, no al patrimonio). Que sea lo ideal no quiere decir que sea realista, con probabilidades de llevarse a la práctica. De hecho, dada toda una serie de prejuicios al respecto de los impuestos, no lo es.
Lo posible, entonces, es el impuesto único, homogéneo, universal, a la compra de todos los bienes y servicios, para financiar todo el gasto del gobierno. Siendo posible, ¿qué tan probable es? Poco, por lo que dicha propuesta de reforma tributaria debe servir como punto de referencia: si se reducen y eliminan impuestos, previa reducción y eliminación de gasto gubernamental, iremos por buen camino. Si por el contrario, si aumenta el gasto del gobierno, y por consiguiente aumentan los impuestos, iremos por mal camino.
Lo que queda claro es que mientras el gobierno gaste en lo que no debe, realizando tareas que legítimamente no le corresponden, nos cobrará más impuestos de los que debe cobrar, siendo el excedente expoliación legal, como también la es la propiciada por la meta de inflación del Banco de México, tres por ciento, más menos un punto porcentual de margen de error, que le quita poder adquisitivo a nuestro dinero. El sistema tributario nos quita más dinero del que debería. El monetario le quita, a nuestro dinero, un poder adquisitivo que no debería quitarle. ¿Qué tenemos? Doble expoliación, legal en ambos casos.
Ya he dedicado varios Pesos y Contrapesos al tema de la inflación, en general, y de la meta de inflación en particular, por lo que no voy a repetir aquí lo ya escrito, pero si quiero subrayar que la inflación es éticamente injusta, porque viola el derecho de propiedad privada sobre el poder adquisitivo íntegro de nuestro dinero, que forma parte del derecho de propiedad privada sobre el producto íntegro de nuestro trabajo, y que también es económicamente ineficaz, porque aumenta la escasez y reduce el bienestar (sin olvidar que, dado que cuando hay inflación los precios aumentan de manera dispareja, no todos al mismo tiempo y en la misma, se distorsiona la estructura de precios relativos, la manera en la que los distintos precios se relacionan entre sí, complicando el cálculo económico).