Cuando una persona nace, inmediatamente le asignamos un género masculino para los niños y femenino para las niñas, pero la verdad es que la asignación del género lleva también una carga de cómo esa persona deberá de comportarse en su vida entera, según su sexo biológico.
Si tiene vulva es mujer y si tiene pene es hombre, y se tiene que comportar de acuerdo con el género que le haya sido asignado. Así es como crecen las infancias, desde muy pequeñas son privadas de tomar una de las decisiones que definen la personalidad, y esa decisión es ¿cómo me quiero vestir? Y éste no es un tema solamente de las infancias trans. Es un tema de adulto-centrismo, en donde incluso en detalles como las apariencias queremos incidir privando así la libertad a ejercer incluso el gusto por la ropa.
De nuevo la Ciudad de México hace gala de su mirada incluyente y la semana pasada el Congreso local de la CDMX aprobó varias reformas a la Ley de Educación, entre ellas, la de establecer el uso del uniforme neutro (que no es más que el derecho de vestirte como te venga en gana) dentro de los planteles educativos públicos y privados. La reforma también establece que “los centros escolares deberán abstenerse de imponer reglas que impliquen restricciones a los derechos del alumnado, motivados por su apariencia física”.
Hemos escuchado hablar, una y otra vez, sobre los estereotipos de género como una idea preconcebida de cómo deben ser o cómo se deben comportar hombres y mujeres, y donde normalmente vemos reflejados estos estereotipos es en la manera de vestir. Hace muchos años estaba mal visto que las mujeres usaran pantalón, pero gracias al movimiento feminista, cambió esa manera de pensar. Podría decirse que lo único que hace falta es normalizar el uso de falda en hombres, porque al parecer eso es lo que causa mayor controversia de esta reforma. La pregunta que nos deberíamos estar haciendo es, ¿de verdad la feminidad es tan mala como para que un hombre usando falda sea un hecho aborrecible? Al final, el rechazo a lo que es visto como femenino, una vez más, representa un obstáculo en la consecución de derechos.
Esta reforma es un primer paso para normalizar que, si un niño quiere usar falda o si una niña decide usar pantalón, lo puedan hacer porque se debe garantizar el libre desarrollo de su personalidad. La reforma también es una manera de prevenir la discriminación por razones de género y el uniforme neutro no debería ser la única manera de promover el libre desarrollo de la personalidad en la niñez y la adolescencia, ya que, en muchas escuelas, aunque parezca absurdo, siguen obligando a los niños a llevar el cabello corto. De ahí que la reforma proponga no restringir derechos motivados por la apariencia física.
Finalmente, como ciudadanía, es importante aceptar que no todas las personas somos iguales y que debemos siempre respetarnos, dejar que cada quien decida qué ponerse y entender que eso no le resta valor como persona, si esto se enseña desde la infancia, se estará desarrollando el potencial de las personas de una manera más amplia, al permitirles reconocer y expresar su identidad.