No diré que está mal destruir Occidente ni que no sea una tarea digna de ser llevada adelante (siguiendo el impulso de El ocaso de los ídolos). Simplemente señalaré aquí las consecuencias a nivel de la subjetividad -en particular de niños, púberes y adolescentes- del programa de destrucción sistemática de categorías que hasta hace no muchos años continuaban organizando la vida de las personas al brindar parámetros a los que atenerse.
Las categorías de género y sexualidad estalladas, la subyugación de lo puramente distinto y la afirmación de un deseo de lo absolutamente singular, único en su género, caprichoso, entiendo que todo ello es consecuencia y a la vez forma parte de la práctica del “Dios ha muerto” actualizada a través de discursos autodenominados “anti”: colonialistas, patriarcales, capitalistas, petrosexuales, carboníferos, carnívoros, etc.
Me interesa referirme al pensamiento de Paul B. Preciado, exponente y ejemplo sobresaliente de lo que es un discurso militante. Dicho discurso abreva en categorías y nociones filosóficas y políticas, se erige como proclama y a la vez programa que, en sí mismo, por su existencia en el mundo de la cultura, incide en los saberes establecidos poniéndolos en jaque con su intención de inconsistirlos, socavarlos, destruirlos.
La lectura de Terror anal (2009) o Disforia mundi (2022), por ejemplo, me incomoda (recuerdo aquí la “Cátedra de pensamiento incómodo”, de Rita Segato). Me incomoda la destrucción sistemática de cada categoría, y no porque no esté de acuerdo con la deconstrucción de los sistemas de pensamiento (que Heidegger llamaba Des-truktion), sino porque hay algo del procedimiento desarrollado en esos textos que me hace ruido.
Sin embargo, incómodo, leo y a veces protesto sin saber bien por qué. Tal vez debido a la enunciación aseverativa de Preciado, en un tono que me suena demasiado estridente. Pero la incomodidad es de otra índole, no se trata de una cuestión de estilo.
El pensamiento incómodo
El camino propuesto por Preciado en los textos que mencioné, un ensayo de 2009 y un extenso libro de 2022, parece transitar desde la incomodidad radical de la detección por parte del sujeto de un no-lugar en el Otro, hacia un intento de destrucción de ese statu quo expulsivo por medio de la denuncia y la militancia ideológico-política que ataca una a una las categorías-blanco por el hecho de ser consideradas puntos nodales del sistema.
En este caso, mi incomodidad remite a la diatriba recursiva que opera según la falacia del hombre de paja, erigiendo un monumento decadente de la derecha fascistoide por medio de la crítica acérrima dirigida contra las categorías mencionadas, agrupadas ahora en un compendio-Gólem.
Yo me pregunto si inventar un complejo categorial de ese tipo, nutrido de diversos componentes, para luchar contra él supone que la destrucción de tal fantasmagoría implicará también la aniquilación, con ella, de las variables discretas que se han utilizado para componerla.
Concretamente: el machismo capitalista hétero-petro-sexo-patriarcal, una de las categorías de Preciado en Disforia mundi, formado por las nociones o ideas de machismo, modo de producción capitalista basada en los hidrocarburos fósiles, heterosexualidad y patriarcado constituye un monstruo, una especie de Leviatán omnipresente e invencible. Al crear el complejo y luchar contra él, tal vez se vea esmerilado el poder de cada elemento discreto y, por eso mismo, valga la pena proceder de este modo. Este, intuyo, es el método molesto que me resulta incomodante y paso a decir por qué.
¿Qué me molesta, qué me incomoda? La cosmogonía insurgente de lo que no es pero que al ser presentado como ensamble de elementos disyuntos y disímiles produce, por el efecto de conjunto -que como tal no tiene esencia- la existencia de una batalla contra aggiornados molinos de viento, ruidosa batracomiomaquia de nuestros días. Ella, tratando al conjunto -léase: agregado de elementos disyuntos y distintos que sin embargo no es- como agente de tropelías diversas (si no es no puede ser agente más que imaginariamente), entrona finalmente en el poder a un hombre de paja que no corta ni pincha pero azuza los escozores y permite dar la lata.
La confusión de las identidades
Identidad es un término de alta frecuencia en el uso común y en ciertos discursos referidos a temas de género. El principio de identidad por el que “a” es igual a sí misma difiere de cualquier noción o concepto perteneciente al campo psicoanalítico. Los analistas solemos pensar más bien las vicisitudes del sujeto en términos de identificación, variable cuya dinámica es inconsciente. El yo se anoticia de sus influjos y comandos más bien tarde y luego de haber participado a título de “identificado” en distintos escenarios como llevado de las narices por determinaciones inadvertidas.
Hay una etapa de la vida, allá por el desenlace de la niñez, la transición puberal y la adolescencia temprana en la que el problema identificatorio es cuestionado a fondo como condición inherente a la existencia. Cuando alguna identificación gana una preferencia desequilibrante en la economía subjetiva del niño, púber o adolescente, esta suele resultar fundamental para la dificultosa y tambaleante organización de esos años tiernos en los que el sujeto necesita tramitar sus credenciales para egresar de la minoridad hacia una vida adulta.
En esa etapa, la proliferación de elecciones posibles, esquirlas de categorías estalladas por discursos como el de Preciado, por ejemplo, se ofrecen como semblantes a la mano de cualquier jovencita o jovencito que, necesitados de un ropaje social que los vista de algún modo aceptable para dar batalla a los poderes instituidos (me refiero a la rebelión habitual que suele dinamizar los intereses libidinales adolescentes), encuentran en ellos un aporte a la confusión generalizada: puntos identificatorios prêt-à-porter que inciden directamente sobre sus modos de lidiar con el torrente pulsional de la sexualidad que irrumpe en esa coyuntura temprana arrasando a su paso cualquier estabilidad subjetiva.
Aun a riesgo de parecer reaccionario respecto de los vientos de época, simplemente señalo el problema que implica la declaración de una guerra discursiva pseudo-revolucionaria planteada por medio de falacias lógicas y apoyada en premisas erróneas, sobre la constitución subjetiva de pibas y pibes incitados a suponer que cualquier subterfugio para evadir las dificultades ineludibles que la vida sexual necesariamente nos plantea sería no solo conveniente sino incluso deseable.
* Martín Alomo es Psicoanalista. Doctor en Psicología. Magíster en Psicoanálisis. Especialista en Psicología Clínica. Docente del Doctorado en Psicología y de la Maestría en Psicoanálisis (UBA). Codirector de la Maestría en Psicopatología (UCES). Entre otros libros, ha publicado Vivir mejor. Un desafío cotidiano (Paidós 2021); La función social de la esquizofrenia. Una perspectiva psicoanalítica (Eudeba 2020); Clínica de la elección en psicoanálisis. Vol. I y II (Letra Viva 2013); La elección en psicoanálisis. Fundamentos filosóficos de un problema clínico (Letra Viva 2013).