Si mezclamos los temperamentos mexicanos, sus ingresos y lo que nuestra sociedad piensa de la política, el resultado es revelador, y ya comienza a haber más claridad para desmenuzar los resultados de este sexenio, sin rodeos y más allá de los discursos.
En los últimos meses distintos estudios nos permiten tener una mayor evaluación de la situación socioeconómica sexenal, desde mi perspectiva tres publicaciones destacan y tienen reflejo directo en la situación política. Me refiero al Ensayo Temperamentos mexicanos, presentado por Marco Robles y Benjamín Salmón, a la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos en los Hogares (ENIGH) de Inegi, y finalmente al Latinobarómetro.
México se está haciendo más viejo y la tendencia es que los hogares sean más pequeños, paulatinamente estamos pasando del promedio de 4 integrantes al de 3 como lo muestra la ENIGH. De acuerdo a los Temperamentos, ha surgido una franja de 14% de “soñadores con país”, personas que consideran que antes no podían por falta de apoyos y ahora sienten que pueden lograr sus aspiraciones; sienten que la administración los apoya, tres cuartas partes se sienten respetadas por sus gobernantes, se sienten incluidos de alguna forma; a ellos los programas sociales les ha ofrecido esperanza.
Cabe resaltar que, de acuerdo a algunos perfiles levantados por el Instituto de Investigaciones Sociales, S.C., los hogares en los niveles socioeconómicos, C-, D+, D- y E tienden a tener tomas de decisión un tanto más tradicionalistas y autoritarias. SI cruzamos este dato con la franja emergente de “soñadores con país”, se puede entender mejor por qué México está viviendo una pérdida de apoyo a la democracia liberal y es el país de la región Latinoamericana donde más ha crecido la idea de que un gobierno autoritario puede ser preferible, en una proporción de 11%, muy similar a la de los “soñadores con país”, con este crecimiento el grupo que apoya al autoritarismo se ha convertido en un tercio de la población.
Del otro lado del Latinobarómetro, está el otro tercio, los que apoyan la democracia a la mexicana que nos hemos dado en los últimos 30 años. Quizá este grupo se explica mucho más a través de los ojos de la ENIGH. En México, el espíritu democrático ha estado sumamente ligado entre la población a los aspectos económicos, ése era el sueño malogrado del milenio que prometió “El Cambio”, y lo que nos dicen los ingresos de los hogares es que los provenientes de las empresas y sociedades se han caído en los últimos años hasta en 45%. Y aquí está la gran deuda del gobierno, pauperizar los ingresos de emprendedores y profesionistas con posgrados; esos “aspiracionistas” que han sido echados en leña verde desde la mañanera.
Este gobierno que llegó en 2018, recibió un amplio respaldo mayoritario y la aceptación social de un proyecto que era “primero los pobres”, en general los distintos grupos coincidieron en la necesidad de la intervención estatal para “jalar parejo” por el país, pero en algún punto ese proyecto se convirtió en el señalamiento sobre quienes aspiran a ser mejores a través del mérito propio. Al gobierno le ganó la ultranza ideológica por sobre la gestión y se perdió de una gran oportunidad de unidad nacional, que hoy ya no tiene.
En medio, hay otro tercio, al que le es indiferente la situación política; que más bien está a la espera de resultados de la gestión de gobierno y que no se decanta hacia algún lado. Desde hace al menos dos años, estas vetas de tercios se perciben en la sociedad, de hecho, predominan en las propias encuestas presidenciales: a los que les ha cambiado la vida el programa social, los que prefieren la democracia mexicana “como estaba”, y los que quieren una mejor gestión de gobierno para resolver. De hecho, todo parece indicar que más o menos en esos términos se irán definiendo los próximos meses rumbo a 2024; es decir, los datos estructurales nos permiten advertir una contienda sumamente competida, más allá de la narrativa.