La paradoja de Buridán y la procrastinación neurótica

COLUMNA INVITADA

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Alguna vez Jacques Lacan mencionó al pasar el término inglés “procrastination” y hoy muchos hablan, en castellano, de procrastinación. A propósito, hoy me interesa recordar a Santo Tomás. Él plantea que “si dos cosas son completamente iguales, el hombre no se mueve más hacia una que hacia otra. Para poder elegir, debe haber alguna diferencia que incline la balanza. Alguna de las opciones debe aparecer como la mejor, y cuando eso ocurre ¿quién podría elegir otra cosa que la alternativa mejor, la más apetitosa o la más conveniente? Así las cosas, no habría elección sino de lo necesario: paradoja flagrante.

El aquinate responde: “Nada impide que si se presentan dos cosas iguales según una perspectiva, se piense de alguna de ellas una condición por la cual sobresalga, y la voluntad se pliegue más hacia una que hacia la otra”. Dicho de otro modo, la elección puede quedar ubicada en un punto diverso de los dos objetos fenoménicos que constituyen la escena en apariencia dilemática. ¡Son tantos los factores que pueden influir! Intentar dar una lista al respecto constituiría una especie de enciclopedia china, como la borgeana Emporio de catálogos de conocimientos benévolos.

Un perro indeciso

Si en lugar de una persona se tratara de un animal, digamos un perro, hay quien diría que el perro hambriento que puesto ante dos manjares similares y equidistantes no se mueve en un sentido ni en otro, en realidad está frente a la opción de alimentarse o morir por inanición, más que ante la encrucijada de comer este o aquel alimento. Y justamente se trataba de un perro el protagonista de la paradoja de Jean de Buridán, filósofo francés de la baja edad media.

Aquella paradoja problematiza la cuestión del libre albedrío y la denominada libertad de indiferencia. Sin embargo, el perro ha sido trocado en asno y así conocemos la paradoja en nuestros días.

Un asno que tuviese ante sí, y exactamente a la misma distancia, dos haces de heno exactamente iguales, no estaría en condiciones de manifestar preferencia por uno más que por otro y, por lo tanto, moriría de hambre. De este modo, queda resaltada la dificultad del problema del libre albedrío cuando se ve reducido a una libertad indiferente. Si no hay una preferencia, no puede haber elección.

Nicholas Rescher, filósofo contemporáneo, probablemente quien más se ha dedicado al estudio de la paradoja de Buridán, ha llevado sus desarrollos hasta la especialización en el azar y el cálculo probabilístico. Respecto de la paradoja del asno, comenta: “El famoso ejemplo de Jean Buridán es sin duda acertado: es concebible que un asno pueda morirse de hambre entre dos pilas de heno igualmente atractivas. Pero un agente humano libre no lo hará. En todo caso, en circunstancias adecuadas podemos “optar” por suspender nuestro libre albedrío y delegar la elección en un impredecible dispositivo aleatorio, por ejemplo, arrojar una moneda.” (Vg. La suerte: aventuras y desventuras de la vida cotidiana).

¿Arrojamos una moneda?

Respecto del dispositivo aleatorio mencionado por Rescher, lo que importa es la posición del agente que lo ponga en marcha. Se puede arrojar una moneda al aire, suspendiendo de su vuelo la decisión entre A y B opciones, para luego obedecer… ¿o desobedecer su designio? Al respecto, me parece inmejorable esta anécdota del general Granger mencionada por Ambroise Bierce en 1906, en su Diccionario del diablo:

“–Su acelerada decisión de atacar –le dijo cierta vez el general Grant al general Gordon Granger– fue admirable. Usted tuvo solo cinco minutos para decidirse.

–Sí, señor –respondió el victorioso subordinado–, es imprescindible saber lo que debe hacerse en una emergencia. En el momento en que no sé si atacar o retirarme, jamás vacilo: tiro al aire una moneda.

–¿Quiere decir que eso es lo que acaba de hacer?

–Sí, mi general. Pero le ruego no reprenderme. Desobedecí a la moneda.”

En cuanto a la mayor o menor obstinación respecto de la suspensión de las decisiones humanas, es interesante la consideración que añade Rescher al texto citado anteriormente: “Es menos la operación de nuestro libre albedrío que la obstinada y deliberada suspensión de sus operaciones lo que puede volver impredecibles los actos humanos. (Yo puedo delegar libremente mi elección en el resultado derivado del acto de arrojar una moneda). Pero, aun aquí, la responsabilidad por el funcionamiento de su propio destino corresponde al agente”, verbigracia Granger.

Hoy se habla mucho de “procrastinación”

Volviendo ahora a la paradoja de Buridán, ¿por qué el animal no puede optar por ninguno de los atados de heno? La respuesta del apólogo señala que por falta de discernimiento respecto de los objetos: al ser dos los fardos entre los cuales no se puede establecer diferencia, prácticamente podríamos pensar que no hay allí dos sino uno. Antes que de dos unidades se trata más bien de una totalidad indiferenciada. En definitiva, la paradoja es utilizada para demostrar por medio de una reducción al absurdo, la imposibilidad del ejercicio del libre albedrío cuando predomina la indiferencia.

Resumiendo, la paradoja del asno de Buridán, por medio de lo absurdo de su planteo, resalta la importancia de la preferencia directamente implicada en el acto electivo. Como los psicoanalistas solemos ser destinatarios de las dificultades para decidirse en un sentido o en otro, muchas veces respecto de cuestiones profundamente importantes para quienes nos consultan, no está demás que reflexionemos acerca de los distintos tipos de libertad implicados en las elecciones detenidas, demoradas o indefinidamente suspendidas que causan padecimiento en quien deviene rehén del acto inhibido (Lacan, en su seminario sobre El deseo y su interpretación, menciona el término sajón a propósito de Hamlet ante la posibilidad de matar a Claudio).

En mi libro La elección en psicoanálisis. Fundamentos filosóficos de un problema clínico, despliego extensamente este problema a la luz de los desarrollos de Aristóteles, San Agustín, Boecio, Santo Tomás, Kant, Hegel, Spinoza, Kierkegaard y Heidegger. Allí pongo a conversar a estos autores con desarrollos de Sigmund Freud y Jacques Lacan. Ese trabajo, que forma parte de investigaciones que he llevado adelante en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, problematiza de distintos modos el corazón mismo de la clínica psicoanalítica.

* Martín Alomo es Psicoanalista. Doctor en Psicología. Magíster en Psicoanálisis. Especialista en Psicología Clínica. Docente del Doctorado en Psicología y de la Maestría en Psicoanálisis (UBA). Codirector de la Maestría en Psicopatología (UCES). Entre otros libros, ha publicado Vivir mejor. Un desafío cotidiano (Paidós 2021); La función social de la esquizofrenia. Una perspectiva psicoanalítica (Eudeba 2020); Clínica de la elección en psicoanálisis. Vol. I y II (Letra Viva 2013); La elección en psicoanálisis. Fundamentos filosóficos de un problema clínico (Letra Viva 2013).

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