Llevamos ocho meses de Cartas Políticas analizando a las tres principales personalidades que compiten por la candidatura de Morena a la Presidencia. Repasamos la historia de Claudia Sheinbaum, en “La Suspirante”; la de Marcelo Ebrard en “El Camachista” y la de Adán Augusto López en “El Notario”. Finalmente, esta serie de textos llega a su fin a pocos días de conocer el resultado de las encuestas que definirá quién de las corcholatas competirá por la Presidencia de la República.
Hay un hilo en común en las vidas políticas de Claudia, Marcelo y Adán que inevitablemente nace del saco de Andrés Manuel López Obrador. No es suposición, es historia. Para entender a Sheinbaum hay que entender al Consejo Estudiantil Universitario, para entender a Ebrard hay que empezar con Camacho Solís y para comprender a Adán Augusto hay que leer sobre Payambé López Falconi. Pero para entender cómo estos personajes están en la lista de quienes aspiran, de manera seria, a la Presidencia, hay un solo lugar al cual hay que mirar y es a la trayectoria política de López Obrador.
La relación de los tres personajes con el Presidente, no obstante, es distinta. En esta férrea batalla por la candidatura de Morena los lugares para aspirar seriamente por ella se obtuvieron por algo: o se los deben, o se lo ganaron o se los regalaron.
Ebrard es al único de los tres candidatos a los que López Obrador le debe algo. Fue el PCD de Ebrard y Camacho los que declinaron por AMLO en la capital en el 2000 y ayudaron a su llegada al gobierno del DF y fue Marcelo el que en 2011, aún con el apoyo del PRD de los Chuchos, respaldó la victoria de AMLO para ser candidato presidencial en 2012. Puede que sea una sutileza, pero son eventos que no aparecen en la historia de Sheinbaum o Adán. Es distinto bloquear calles y acudir a mítines que luego reditúan en cargos, a perder la inercia de un cargo público como la Jefatura de Gobierno del DF por respetar los resultados de una encuesta que todavía es cuestionada por muchos y que resultó, por deslealtades o cuentas por pagar, en una persecución y un exilio para algunos o en una huida para otros.
Sheinbaum está más allá de la lealtad al Presidente, es una feligresa irredenta de la figura, personalidad, moralidad y proyecto. Su absoluta devoción al obradorismo es la que la ha hecho escalar entre leales, pero también la que la hace caer en contradicciones con la agenda feminista y ambiental que uno esperaría que pudiera encabezar. Claudia se ganó su lugar a costa de acompañar y de confiar, de apoyar y de marchar.
Por su parte, Adán Augusto López es el retrato mismo de las dimensiones que la gratitud política puede alcanzar. La relación personal de López Obrador con su padre, Payambé López, y la deuda del primero con el segundo, notario, por dar fe pública para la constitución legal del PRD en Tabasco, se heredó a Adán. Desde que se entregó a los brazos del obradorismo ha sido diputado, senador, gobernador, secretario de Gobernación y ahora precandidato presidencial.
La contienda no se reduce a la mera relación de los aspirantes con el Presidente, sino también a sus ideas. Adán Augusto no ha sido particularmente vocal con su proyecto de nación, pero se asume, por su cercanía con AMLO, que es quien llevaría una agenda y tono similar a la del gobierno obradorista.
Por otra parte, la aproximación de Sheinbaum al proyecto obradorista y el carácter un poco más tecnocrático y político de algunos integrantes de su equipo han sido el sello que ha marcado su administración, y, en cierta forma, también definen su apuesta a la Presidencia. Es decir, una Cuarta Transformación con la eficiencia suficiente para impulsar las reformas que se quedaron atoradas en las cortes.
Por último Ebrard representa el proyecto socialdemócrata, el liberalismo social, los derechos de tercera y cuarta generación, la igualdad y la movilidad social, el pragmatismo y la concertación. Una propuesta que va más allá de la Cuarta Transformación y que espera resolver las deudas sociales en conjunto con el sector privado.
Entonces… ¿a quién elegirías?, ¿al que se la debes, a la que confió en ti o a tu hermano?, ¿al que haría lo mismo que tú, a la que lo haría mejor o al que lo haría diferente? El que se elija y se alce con la victoria tiene amplias probabilidades de ocupar la silla del águila.