Fanáticos religiosos en Tel Aviv

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Yom Kippur, también conocido como el día de la expiación, es quizás la fecha más importante en el calendario judío. Este día se celebra una semana después del Año Nuevo y, según la creencia religiosa, éste es el día cuando nuestro destino en el año entrante queda escrito. En Israel, Yom Kippur es un día de descanso y reflexión.

Todos los negocios cierran, las calles están absolutamente vacías de autos. Mientras que la población religiosa y tradicionalista ayuna y reza, los israelíes seculares celebran a su manera. Una de las tradiciones de este día, entre el público secular, es salir en bicicleta a pasear por las calles vacías. Por 75 años desde la creación de Israel, religiosos y seculares convivieron en este importante día para toda la población judía sin mayor problema, hasta esta semana.

La semana pasada, la Suprema Corte de Justicia le negó a un grupo religioso celebrar el rezo de Yom Kippur en la glorieta de Dizengoff (en el centro de Tel Aviv) con una separación física entre hombres y mujeres. Mientras que la libertad de culto en Israel es absoluta en el espacio privado, la Suprema Corte reafirmó el principio de igualdad en el espacio público. Sin embargo, a pesar de la decisión, este grupo religioso, vinculado con partidos de colonos de extrema derecha, decidió desacatar la orden de la Corte. La reacción fue inmediata. En cuestión de minutos cientos de habitantes de Tel Aviv llegaron a manifestarse en contra del rezo y físicamente retiraron en Dizengoff, y en otros espacios públicos alrededor de la ciudad, las barreras de separación entre hombres y mujeres. La manifestación desencadenó enfrentamientos verbales que se volvieron virales de inmediato.

Durante la pandemia, el Gobierno y la ciudad otorgaron permisos a distintas congregaciones religiosas para celebrar rezos en lugares públicos para evitar conglomeraciones. Por meses, judíos de distintas denominaciones se reunieron en la glorieta de Dizengoff a rezar, sin separación entre hombres y mujeres. Lo que sucedió esta semana es enteramente distinto. Un grupo de fundamentalistas religiosos, muchos de ellos colonos de fuera de Tel Aviv, aun a sabiendas y tal vez precisamente para retar la prohibición de la Suprema Corte, decidieron demostrar su poder en el mismísimo centro del liberalismo israelí. Por años, la población secular en Israel fue respetuosa de las costumbres religiosas, aun cuando éstas implicaron, por ejemplo, que la población ortodoxa esté exenta del servicio militar, mientras que el resto del país tiene que servir por años. Sin embargo, con la llegada de grupos de colonos de extrema derecha al poder, y con el intento del Gobierno de Netanyahu de destruir las bases de la democracia liberal en Israel, al público secular se le acabó la paciencia. Para los fundamentalistas judíos, ni siquiera el día más importante de la religión judía es digno de respetarse. Las tristes imágenes de este día auguran una larga batalla entre dos públicos cuya visión de país es diametralmente opuesta.

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