¿Individualistas contra comunitaristas en 2024?

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Bernardo Bolaños*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

En el año electoral que comienza veremos usarse el pensamiento político como cajón de sastre de dónde sacar los proyectiles para arrojar al rival. Ya se dice que el actual modelo de “educación centrada en la comunidad” va contra el individualismo. Y, viceversa, que concentrar la educación en la comunidad anula al individuo, su creatividad y su esfuerzo.

¿Queremos que Juan y María sean, primero que nada, “licenciado” e “ingeniera” o, antes que eso, “hijo de Pedro y Chona, del ejido tal” y “autoridad tradicional del pueblo mengano”? ¿Es decir, alentar el individualismo o el comunitarismo? Karl Marx fue receloso gran parte de su vida de los autores que consideró individualistas. Rechazó como una farsa la “mano invisible del mercado” de Adam Smith (mera metáfora para hablar de la suma de miles de decisiones comerciales individuales) y la armonía emergente de puntos de vista individuales que preconizaba Leibniz (individuos encerrados en ellos mismos, “sin ventanas”, que Marx veía reivindicados en el concepto “individualista” de “derechos humanos”).

Pero, al vivir en Inglaterra, el país más individualista de su tiempo, Marx comprendió el poder de la democracia como suma de individualidades en forma de alianzas. Los obreros podían llegar al poder al hacer una coalición. Eso no podía suceder ahí donde hay gobiernos autoritarios donde los ciudadanos-individuos no pueden expresarse. La democracia y los derechos humanos son nociones incomprensibles sin el concepto de individuo.

Para Leibniz, matemático y filósofo, cada individuo sigue su propio camino en busca de la perfección. El universo es la suma de innumerables puntos de vista individuales que, juntos, conforman una armonía divina.

El Marqués de Condorcet, también matemático y pensador de la Revolución Francesa, usó una idea semejante para justificar el concepto de democracia. En este último sistema, las personas votan según sus preferencias individuales, y, mediante un proceso de agregación, de suma de intereses y razones, se determina una decisión colectiva benéfica y racional.

El de Condorcet es un ejemplo del poder de la agregación de decisiones individuales para lograr un resultado armonioso, similar al universo de Leibniz y a la noción de la “mano invisible” de Adam Smith en la economía. Porque, para Smith, en el mercado los individuos persiguen su interés propio y, de manera implícita, contribuyen al bienestar de la sociedad.

Digamos que, tras casi una vida entera de obsesiva crítica del racionalismo, de la democracia liberal y de la economía clásica, Marx experimentó las virtudes de éstos cuando vivió en Inglaterra. Y, de manera complementaria, también redescubrió, ya viejo, la importancia de las comunidades campesinas rusas, no individualistas, y que no debían ser arrasadas por el capitalismo industrial.

En cierta forma, oponer como enemigos al individualismo y al comunitarismo es idiota. Depende de si hablamos de Londres o de Cherán (Michoacán). Y hay lugares en el justo medio entre ambos, como la India, Brasil y gran parte del resto de México.

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