La delincuencia supera el mal de altura

GENTE COMO UNO

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: Imagen: La Razón de México

¿Quién se podría imaginar que va a ser víctima de un asalto a casi 5 mil metros de altura sobre el nivel del mar? Pues ahí donde algunos difícilmente alcanzan a respirar, ya varios han sido víctimas de este y otros delitos, cerquita de las nubes.

El refugio de los 100, en una foto de archivo.
El refugio de los 100, en una foto de archivo. ı Foto: Especial

La alarma se encendió en 2015, en aquel escandaloso asalto a los 12 escaladores que se encontraban en el célebre Refugio de los 100, a 4,780 metros de altura, en el volcán Iztaccíhuatl.

Ingresaron a dicho refugio 6 hombres armados con machetes y escopetas y despojaron de todo su equipo a los alpinistas que se encontraban ahí resguardados, esperando a que pasara una leve tormenta, para continuar su camino.

“Ya se los cargó la chingada, denos todas sus cosas”, les dijeron mientras les quitaban mochilas, celulares, relojes y a uno hasta sus botas, según testimonios de las propias víctimas en aquel entonces.

El hecho ocurrió unas semanas después de que otro asalto fuera registrado en la misma zona, en el Refugio Ayoloco, además del robo de un vehículo en el Paso de Cortés, donde muchos senderistas inician sus rutas de ascenso.

En aquel episodio del Refugio de los 100, entre las víctimas se encontraban integrantes de La Agrupación Universitaria de Montaña de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, que lanzó un enérgico comunicado y a su vez, una alerta nacional para evitar ascensos en esa montaña.

Fue entonces —en 2015— que el Estado de México creó el cuerpo de Policía de Alta Montaña y Agreste, con 50 elementos operando principalmente en esa zona del Parque Nacional Izta-Popo.

Actualmente son 125 integrantes de esta fuerza que reciben una capacitación de 6 meses en el Nevado de Toluca y el Iztaccíhuatl, donde adquieren conocimientos de navegación, supervivencia, rescate y primeros auxilios.

Se dividen turnos de 24 horas, alrededor de 20 elementos diarios entre los senderos de ambos volcanes. Algunos duermen en el Refugio de los 100, a casi 5 mil metros de altura, para iniciar sus actividades desde las primeras horas de la mañana.

De enero a diciembre de 2022, se reportó que estos elementos realizaron 430 servicios y protección a 852 mil 760 visitantes que realizaron senderismo, alpinismo y otras actividades de montaña.

Se atendieron a más de 100 personas con mal de montaña, accidentadas, extraviadas y localizadas; realizaron labores contra la tala ilegal de árboles, rescate de fauna, y apoyo en sofocación de incendios.

No es un tema menor el cuidado de una montaña con gran afluencia de senderistas y escaladores, pero en nuestro país, ningún gobierno tiene entre sus prioridades, proteger como es debido estas actividades.

Hay países como Chile o Argentina, donde la pérdida de un senderista es considerado, sobre los responsables de los parques nacionales donde se practica el turismo de montaña, como un delito federal, que alcanza a ameritar cárcel.

Senderistas extraviados en el volcán Iztaccíhuatl en México, es desafortunadamente de lo más común, porque no hay señalización adecuada, ni servicios y tampoco se provee de refugios apropiados a las necesidades más elementales.

Lo poco que existe ha sido un logro de sociedad civil involucrada en el montañismo, con recursos privados, más allá de un acto de responsabilidad de los gobiernos de las entidades correspondientes, que prefieren desviar sus recursos de la seguridad de los senderistas de sus montañas.

Hace unos días yo estuve en el famoso Refugio de los 100, en una mañana ventosa y lluviosa que complicó para muchos la posibilidad de tocar cumbre en el Iztaccíhuatl. En mi descenso, pero aún a 4 mil doscientos metros de altura, me topé con dos elementos de la Guardia Nacional muy fuertemente armados.

“No sabemos qué persona venga a la montaña con malas intenciones”, me dijo uno de los oficiales a quien cuestioné sobre la potente arma larga que coronaba su uniforme, de esas de las que no se usan sólo para inhibir delitos simples como asaltos.

Eso claramente es una bandera roja, ante lo que el sentido común nos anuncia: La delincuencia de alto impacto, sí, la delincuencia organizada, ya se entrena también en la alta montaña, que utiliza como refugio.

La delincuencia en México ya supera hasta el mal de altura…

Debo reconocer que en esta materia, es evidente que las autoridades del Estado de México ya toman acciones para la seguridad del turismo de sendero, pero el hecho es una muy mala señal, de cómo la delincuencia en nuestro país va ganando terreno, hasta en los volcanes…

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