Poder unipartidista

SOBRE LA MARCHA

Carlos Urdiales*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Un poder del Estado sin equilibrios está condenado a ser un eje parcial e inequitativo. Lo opuesto al objetivo para el que fue legalmente constituido.

Que el Poder Ejecutivo coopte de facto al Legislativo y busque hacer lo mismo con el Judicial, bajo el argumento de su pretendida superioridad moral concedida por militancia partidista, es un despropósito.

El Presidente Andrés Manuel López Obrador construyó a Morena para alcanzar el único poder que cuenta y pesa, el constitucional. En la víspera de su retiro, pretende alterar el andamiaje legal para que, a magistrados y jueces, también los elija el pueblo.

Llama a su base social a dar mayoría a Morena en el Congreso. Todo el poder para que el movimiento adquiera el músculo político que, hasta hoy, le ha dado un solo hombre: AMLO.

Desaparecer trece de catorce fideicomisos del Poder Judicial, obligando a reintegrar a la Tesorería de la Federación 14 mil millones de pesos que, afirma el mandatario —y enorme mercadólogo electoral—, becaría a dos millones de niños —sin especificar alcance y profundidad de la imaginaria subvención—, un potente efecto que busca inhibir al Poder que, a pesar de sus yerros, ha sido contrapeso del presidencialismo reencarnado.

El Ejecutivo va hoy por lo que existe y, a través del Legislativo, por lo que pudiera haber mañana en el presupuesto 2024.

Drenar a ese dique de contención, desde sus fundamentales operativos, abrirá las puertas a modificar la norma jurídica que determina la conformación de la Suprema Corte de Justicia, del Consejo de la Judicatura y por derivadas, de los altos tribunales especializados, léase electoral, telecomunicaciones, competencia económica y otros.

Si como hasta hoy es previsible, Morena ganara la Presidencia y además obtuviera —lo que hasta ahora no se ve muy probable— la mayoría absoluta, no la relativa en el Congreso, el siguiente desembarco morenista post-AMLO estaría al alcance: mover la Constitución y sumergir al Poder Judicial en el estanque donde popularidad y populismo ganan, la elección por aclamación.

Semejante trifecta sólo la tuvo el PRI cuando ni así se llamaba, eran tiempos del Maximato.

Otorgar por la vía electoral todo el peso a un solo partido es el camino más corto para corromper los mejores preceptos y a las mejores conciencias. La proclama de ser mejores no permea en el realismo mexicano.

Los políticos son tan buenos, o no, según su tiempo y circunstancia. La Regeneración de hoy es lo que la Revolución ayer. Sus hombres y mujeres son sus útiles y dúctiles productos.

La andanada en contra del Poder Judicial en la senda presupuestal es la expresión más reciente de un añejo deseo: concentrar en el partido, el poder que pronto dejará de ser unipersonal.

Hacerlo más grande e institucional para que camine por sí mismo y reencarne, cada sexenio y cada destape, a base de exaltar virtudes y alabanzas que, viniendo de boca propia, son y serán, vituperio.

Temas: