La Corte al centro del debate electoral en 2024

ES LA ESTRATEGIA...

Rodrigo López San Martín<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Rodrigo López San Martín*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

En los últimos días, los titulares de la prensa que han reportado última ofensiva del Gobierno Federal contra el Poder Judicial, dejan ver hacia dónde buscará orientar el presidente Andrés Manuel López Obrador el debate público hacia el proceso electoral de 2024.

La desaparición de 13 fideicomisos del Poder Judicial de la Federación son la primera prueba de quién es el nuevo enemigo público número uno de Morena y sus aliados.

Hace apenas unos días, la virtual candidata de Morena, Claudia Sheinbaum, hizo explícita esta solicitud a sus seguidores. De gira por Campeche, la ex jefa de gobierno de la Ciudad de México dijo: “Ya se democratizó el Poder Ejecutivo, ya se democratizaron las cámaras y ahora nos toca democratizar el Poder Judicial y para eso tenemos que ganar las dos terceras partes de la Cámara de Diputados y de la Cámara de Senadores, para que, por primera vez en un país, se elija los jueces por voto popular, que se elija a los ministros de la Suprema Corte de Justicia por el pueblo de México”.

Con esto, queda claro que con la narrativa de triunfo inevitable que Morena busca implantar en la opinión pública desde ahora, buscarán transmitirle un sentido de urgencia y necesidad de participación a sus seguidores desde un nuevo gran objetivo: las dos terceras partes del Congreso de la Unión que permitan cambiar la Constitución para que los once ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación sean electos por voto popular.

Pero esta estrategia podría tener un efecto no sólo en los seguidores del presidente y su partido, sino también en sus detractores.

Porque quizá un sector del electorado que si podría había perdido ánimo alrededor de la candidatura de Xóchitl Gálvez con los números negativos de las últimas encuestas, puede encontrar en esta nueva amenaza al orden y equilibrio democrático un motor para participar, más allá del resultado particular de la disputa presidencial.

Con esto, empieza una nueva fase de la disputa electoral. De un lado y del otro buscarán apalancarse en esta disputa para elevar el interés y emoción de sus electores potenciales.

Quien logre traducir esta agenda de una manera más tangible y significativa para la vida cotidiana de la gente, saldrá victorioso de este debate. Y en especial, del lado de la oposición, el objetivo debe estar en activar a la ola rosa que inundó las calles para defender al INE, ahora, en defensa de la Corte.

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Rafael Rojas