E l domingo se llevaron a cabo las elecciones presidenciales en Argentina. Las encuestas previas posicionaron a Javier Milei, el candidato de ultraderecha, como el líder, lo cual hacía sentido en la tendencia pendular que ha tenido Argentina recientemente.
No obstante, el candidato del actual partido en el poder, Sergio Massa, surgió como ganador de la primera vuelta, lo que representaría la misma línea del gobierno que no ha podido resolver la profunda crisis económica. México puede aprender del espejo que se presenta en el sur.
El pueblo argentino llegó a las urnas bajo el yugo de una economía en picada y una pobreza flagrante. En tan sólo un par de años, el número de argentinos bajo la línea de pobreza aumentó a 18 millones de personas, en un país con 48.5 millones de habitantes. La inflación ha ascendido a más del 140%, aunada a una moneda subvaluada. Lo anterior explicaba el ascenso de Milei.
A pesar de no haber cumplido con los requisitos para declararlo ganador en la primera vuelta, cabe destacar la remontada de Massa. En un país donde una parte significativa de la población ha padecido estragos económicos, el electorado se inclina por el actual Ministro de Economía. Esto se explica en parte por: 1) el peronismo como fuerza política; 2) los programas sociales; y 3) el empuje de las redes sociales y el temor a un líder radical.
El peronismo ha ganado 10 de las últimas 13 elecciones, demostrando su gran resiliencia y capacidad de adaptarse su discurso a lo que desea escuchar el pueblo argentino. En segundo lugar, más de la mitad de la población argentina recibe algún tipo de asistencia social, sumado a los subsidios al transporte público y otros servicios. Finalmente, las redes sociales y el miedo difundido de un candidato radical que ha prometido privatizar sectores importantes y eliminar subsidios, inundaron de miedo a los votantes. En encuestas de salida, más de la mitad afirmaron haber votado por Massa como respuesta al temor de tener un líder extremista como Milei o Patricia Bullrich. La dependencia de los beneficios sociales y el discurso populista parecen ser más importantes que los hechos.
El paralelismo con México es interesante. Las elecciones presidenciales de 2024 serán un reflejo interesante de estas tendencias y factores presentes en otros países de América Latina, como Argentina. A pesar de entregar un país más pobre, endeudado y violento, con peores indicadores en la lucha contra la corrupción, acceso a servicios de salud y educación, el gran favorito es el partido en el poder. El temor a perder los beneficios, sumado al discurso propagado en redes sociales plagado de desinformación y de promesas inmediatas, asustando con un regreso al pasado, abonan a los resultados de las encuestas.
El problema de repetir patrones no es replicar consecuencias, sino multiplicarlas y profundizarlas. La democracia y la alternancia fueron alguna vez un privilegio en ambos países que evolucionaron de una dictadura en Argentina, que terminó hace 40 años, y una dictadura tácita en México, que terminó hace 23 años. Un mal uso del poder es error de quien lo posee, conservarlo es error de quien se lo concedió.