Figuras del amor

COLUMNA INVITADA

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Siempre estamos enamorados de alguna manera, aun sin saberlo. Según Roland Barthes, en Fragmentos de un discurso amoroso, el amor puede aparecer bajo diferentes figuras. Parto de esta idea que me recuerda otro libro precioso: Figuras del amor en las psicosis, de mi colega Vanesa Baur, quien también toma como referencia principal el libro del autor francés.

Me refiero no solo al amor de pareja en el sentido de partenaires sexuales sino al amor en un sentido amplio que va desde el enamoramiento, el arrobamiento amoroso y la fascinación hasta el amor sostenido en el tiempo de diversos modos más o menos tierno, más o menos cálido según el tipo de vínculo. Me refiero al amor que participa en los lazos significativos que mantenemos, esos que nos mantienen interesados.

El último punto me permite señalar lo siguiente que sé que va a sonar cursi: el amor sostiene y mueve al mundo. Aquí es necesario aclarar que cuando digo “mundo” me refiero a eso que es el mundo para cada quien, lo que cada uno de nosotros percibe como “la realidad”.

Todo aquello que para nosotros existe y representa alguna cosa importante a ser tenida en cuenta, las percepciones de la realidad que ameritan que nos ocupemos de ellas porque las juzgamos dignas de atención están sostenidas ante nuestra consideración por un amor algunas veces insospechado pero siempre anterior. Lo digo con otras palabras: el mundo existe porque nos lo han presentado amorosamente.

El azar tiene preparado un lugar para que pongamos en juego nuestro deseo

Aunque se nos escape de la conciencia, todo lo que pensamos es vehiculizado hasta nuestra presencia a través de otros que, con distintos estilos y seguramente con valores afectivos diferentes, han podido hacer existir algo para nosotros: un pensamiento, una opinión, una idea, un deseo, una realidad, un mundo.

Pensemos en esos otros significativos, protagonistas de escenas que nos han cautivado: padres, madres, hermanos mayores, profesores, maestros, amigos geniales, referentes varios y por supuesto. También mujeres y varones hermosos, admirables, deseables, tentadores, inspiraciones irresistibles para zambullirnos en el amor apasionado.

La elección de carrera, determinada ideología, aquel autor, esa música, tal película, una idea de pareja, el deseo de hacer esto o aquello, cada cosa importante de la vida -las principales- han llegado hasta nosotros a través de ellos, de esas otras y esos otros de turno: sacerdotisas del amor, médiums de la nobleza, símbolos de la pasión, musas inspiradoras, referentes.

Es probable que la realidad que se nos presenta ante los ojos se nos ofrezca como algo dado que no podría ser de otra manera, ya que las cosas son como son y punto. Sin embargo, creo que la realidad es como se ve y tiene la cualidad de parecer inconmovible y rígida solo en apariencia, ya que no es indiferente a nuestra consideración. Esto quiere decir que la realidad es contingente y en su configuración el azar tiene preparado un lugar para que pongamos en juego nuestro deseo.

Esta fruta no cae sola del árbol

Ahora bien, nada de esto resulta obvio: hay que hacer un ejercicio reflexivo y autocrítico para conectarnos con la posibilidad de poner en juego nuestro deseo. Resta por decir dónde está el amor como soporte del riesgo eventual que implica jugarse en este sentido.

Nuestros aprendizajes, los más importantes, esos que no podríamos olvidar, fueron posibles porque el otro de turno, antes de presentarnos el nuevo conocimiento -andar en bicicleta, por ejemplo- ya era destinatario de nuestro amor. En lugar de andar en bicicleta pensemos en otros asuntos más o menos difíciles: jugar al ajedrez, nadar, hablar, leer, patear una pelota, aprender un nuevo idioma, la materia que más nos gustó en la escuela, elegir una carrera, una profesión, querer hijos y todos los etcéteras del mundo.

Todas estas transmisiones, transferencias de conocimiento e ideales pero antes aún de amor, no hubieran sido posibles si el profesor, guía, referente o modelo, en definitiva: si el agente de la escena fecunda no hubiera contado de antemano con nuestro amor.

Figuras del amor
Figuras del amor ı Foto: Imagen: Vanina Muraro

La vida puede ser más interesante

Un apego poco ostensible, una franca admiración, la ternura plácida y el amor ardiente. Todas ellas son formas de enamoramiento: germinal, subrepticio, apasionado. A su vez, como sabemos, estas variantes se presentan combinadas con los distintos roles familiares y sociales en los que participamos, de los cuales obtienen su forma característica de expresión a través de las vías socialmente aceptadas para cada tipo de vínculo.

En resumen, el amor aparece bajo múltiples figuras. Por eso mismo, quien haya leído hasta aquí se habrá dado cuenta que no está sola ni solo: incluso cuando haya creído estarlo, más o menos cerca y desde los orígenes, siempre ha habido alguien sosteniendo la idea de que la vida puede ser más interesante.

* Psicoanalista. Doctor en Psicología. Magíster en Psicoanálisis. Especialista en Psicología Clínica. Profesor y Licenciado en Psicología (UBA). Entre otros libros, ha publicado Vivir mejor. Un desafío cotidiano (Paidós 2021); La función social de la esquizofrenia. Una perspectiva psicoanalítica (Eudeba 2020); Clínica de la elección en psicoanálisis. Vol. I y II (Letra Viva 2013).

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