La disputa Guterres-Erdan

APUNTES DE LA ALDEA GLOBAL

El embajador israelí ante Naciones Unidas, Gilad Erdan Foto: AP

El embajador israelí ante Naciones Unidas, en Nueva York, Gilad Erdan, acusó al secretario General, Antonio Guterres, de “tolerar el terrorismo” de Hamas y “perder toda moralidad e imparcialidad” en su enfoque de la nueva guerra en Gaza. La reacción del embajador, que llegó al extremo de pedir la renuncia de Guterres, se produjo después de una intervención del secretario que serviría de base a una nueva resolución de la ONU sobre el conflicto.

¿Qué dijo Guterres? El secretario General condenó los actos terroristas de Hamas contra Israel en las primeras semanas de octubre, que ocasionaron la muerte de, por lo menos, 1,400 israelíes, incluyendo población civil. Pero a continuación agregó una frase que no puede desligarse de su introducción: dijo que los ataques de Hamas no “se producían en la nada”, que tenían como antecedente la historia del prolongado conflicto entre Israel y Palestina.

Recordaba Guterres la historia de un conflicto que no puede borrarse. Israel ha ocupado y colonizado territorio de Palestina durante décadas y, a pesar de algunos avances diplomáticos puntuales en el reconocimiento de la soberanía de su vecino, ha hostilizado tenazmente las comunidades de las franjas de Gaza y Cisjordania desde el pasado siglo.

Ese es el contexto ineludible que no justifica pero sí explica la radicalización de Hamas y Hezbollah y la pérdida de poder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) que encabezó Yasser Arafat y hoy encabeza Mahmud Abás. Sobre los límites de la diplomacia de la OLP, a inicios del siglo XXI, se construyeron estas nuevas organizaciones civiles, religiosas y militares que siguen el camino de la yihad islámica contra Israel.

El choque de posiciones entre Guterres y Erdan capta a la perfección el momento en que se divorcian la guerra y la diplomacia. La guerra parte de la identificación de dos enemigos y demanda la adhesión a uno u otro. La diplomacia, en cambio, si está verdaderamente comprometida con la paz, debe partir de un relato histórico del conflicto y sopesar sus antecedentes. El camino de la pacificación por la vía diplomática, sobre todo, a un nivel global como el de la ONU, debe contar con la historia.

Frente a estos conflictos parece inevitable echar mano de la conocida máxima de Carl von Clausewitz, quien en su tratado de 1832 aseguraba que “la guerra era una continuación de la política por otros medios”. Lo que inquieta a Guterres, con razón, es cuál es la política, a fin de cuentas, de los muchos actores involucrados en el conflicto: el gobierno de Netanyahu y sus opositores; Hamas, Hezbollah o la OLP.

Si los objetivos políticos en pugna son el exterminio mutuo, como se desprende de los discursos más intransigentes, habría que esperar lo peor. Justamente, lo que intenta hacer la Secretaría General de la ONU es desplazar la argumentación a una zona de racionalidad donde pueda retomarse el viejo ideal de la coexistencia de dos estados soberanos en un mismo territorio.

Tanto el ataque de Hamás como la despiadada reacción de Israel apuntan a un escenario de confrontación que ya rebasó aquel ideal, suscrito por Rabin y Arafat en los años 90. La grandilocuencia de Netanyahu, en estos días, parece dejar la puerta abierta a un bloqueo naval total y una invasión terrestre masiva contra la franja. El augurio de que esa gran contraofensiva “cambiará el Medio Oriente” recuerda al de George W. Bush en los días previos a las invasiones de Irak y Afganistán.

Como aquellas, este tipo de intervención en Gaza y Cisjordania sería catastrófico para las comunidades que habitan esa estrecha región. Es preciso, entonces, como bien señala Guterres, dar un paso atrás y retomar los mecanismos diplomáticos de fines del siglo XX. Y para ello es indispensable, también, no confundir el nuevo terrorismo de Hamas con la vieja lucha anticolonial socialista, como hoy se lee en no pocas páginas de la izquierda latinoamericana.

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