Inteligencia artificial

CARTAS POLÍTICAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

La inteligencia artificial ya tiene tiempo que convive con nosotros. Si bien en años anteriores pensábamos que la inteligencia artificial vendría a revolucionar rápidamente la industria automotriz con autos que se conducirían solos, aviones y trenes no tripulados, drones que realizarían tareas domésticas; lo cierto es que el mayor avance en la materia se ha visto en otro tipo de tareas como la redacción de contratos, de análisis, de estrategias o tareas como la creación de contenidos, como videos, guiones, películas y diálogos.

Esta nueva veta revolucionaria de la inteligencia artificial tiene el potencial de incrementar la productividad de la economía global, pero también el riesgo de eliminar un número importante de empleos. La inteligencia artificial no viene a sustituir tareas manuales, no sustituye la carpintería, la plomería, la albañilería o la manufactura, sino a las secretarias, los pasantes de Derecho o Arquitectura, los call centers, los asistentes de investigación y una serie de oficios que al día de hoy requieren de preparación académica, incluso universitaria.

Este nuevo fenómeno viene precedido de uno mucho más noble. Con el auge del Internet y el desarrollo de enciclopedias virtuales como Wikipedia, las personas dejaron de consultar fuentes para consultar una sola o pocas fuentes que recopilan y resumen lo más relevante sobre prácticamente cualquier tema. El conocimiento se indexó y ordenó en buscadores como Google, en el que una persona podía fácilmente acceder a cualquier tipo de contenido teniendo la habilidad para buscar con los parámetros establecidos por el aplicativo. La siguiente vuelta de tuerca es que ahora se puede sustituir a una nómina entera con un sistema inteligente, con un menor margen de error y con un control mayor.

La inteligencia artificial no pide vacaciones, no pide aguinaldo, ni reparto de utilidades; no se enferma, no se sindicaliza, no se va a huelga, no se cansa, no se casa, no tiene familia, ni perro y no se muere. Esto es un reto importante para los Estados que deberán generar entornos regulatorios que, por una parte, aprovechen el revolucionario potencial de la inteligencia artificial generativa para incrementar su productividad y riqueza, a la vez que protegen el ingreso de las familias que se verán desplazadas por ellas. La inteligencia artificial tiene el potencial de ser un catalizador de desigualdad económica, únicamente al servicio de quien la puede pagar y la puede usar, marginando de empleo e ingresos a quienes no se pueden beneficiar directamente de ellas.

Dado lo anterior, una pregunta es si las ganancias que genera la inteligencia artificial deben estar tasadas para aportar a un fondo que pague un ingreso mínimo garantizado para las personas desplazadas. Otra pregunta es si la adopción de la inteligencia artificial por parte de empresas y patrones debe ser regulada por el Estado con la imposición de impuestos que modulen la destrucción de empleo. Una última pregunta tiene que ver con la capacidad de las economías para generar nuevas clases de empleos y de ocupaciones que le permitan a las personas generar, por lo menos, el mismo ingreso que generaban antes de ser sustituidos por estos sistemas.

Existe, también, un nuevo dilema político derivado de la inteligencia artificial. El más profundo tiene que ver con las fuentes que utiliza la inteligencia artificial para generar contenidos y resultados, a partir de una pregunta: adoctrinamiento. La responsabilidad del resultado, afirman los generadores de estos sistemas, depende de la pregunta, pero, más de una vez, me he encontrado con respuestas a preguntas neutras más parecidas a las que daría Barack Obama que a las de Donald Trump.

Otro dilema político, tiene que ver con el uso de la inteligencia artificial para generar contenidos y replicar voces, como fue el caso de las fotografías de Trump siendo detenido por la policía o el caso más reciente del Jefe de Gobierno, Martí Batres, pidiendo golpear políticamente a Harfuch. Si uno lo escala, también puede replicar bombardeos en Gaza, Tel Aviv, Nueva York o Moscú y videos de políticos recibiendo sobornos o dando discursos de odio que no dieron. Eso convierte a la inteligencia artificial en un arma de manipulación política como ninguna otra, en donde convierte a la posverdad y la mentira, la imaginación y la especulación, en realidad virtual.

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