El resultado de la elección presidencial del pasado domingo en Argentina no sólo resulta sorpresivo, sino también preocupante. El ciudadano argentino mostró a través del voto su hartazgo hacia una situación económica prácticamente delirante y frustrante, el fracaso de los últimos gobiernos fue evidente.
Es que la economía de ese país latinoamericano no podía estar peor, durante los últimos diez años el PIB no ha mostrado crecimiento en promedio y para el año siguiente se espera una recesión, la inflación este año podría alcanzar 170% anual, la deuda pública rebasa el 80% del PIB, las reservas internacionales son prácticamente inexistentes, el sistema cambiario está deshecho con una gran cantidad de tipos de cambio que se utilizan para distintas aplicaciones. Toda esta desastrosa situación económica ha redundado en una mayor pobreza que ya cubre el 40.1% de la población en esa condición.
El descontento por deterioro continuo de las condiciones económicas lleva finalmente a Javier Milei a ganar la elección presidencial, e introduce en Argentina un escenario completamente nuevo e incierto que pasa de una posición “populista” a una postura radical y “libertaria”. El flamante presidente electo hizo con las promesas que, de realizarlas, serán de gran calado y con un costo social muy alto. Si repasamos algunas de sus propuestas tenemos que se inscriben en un marco completamente promercado que pretende abrir la economía y liberalizarla.
Lo más importante en materia económica es abatir la inflación y estabilizar la macroeconomía. Milei ha dicho que lo logrará en dos años. Para ello, ha propuesto dolarizar la economía, eliminar el banco central argentino, liberalizar precios públicos, reducir el déficit público y, en general, redimensionar el tamaño del Estado a su mínima expresión.
Ello no será fácil, lograrlo requerirá un enorme esfuerzo fiscal que no será posible sin afectar los actuales beneficios sociales. El Gobierno argentino tiene erogaciones por más del 40% de su PIB destinadas al área social, a su interior diez puntos porcentuales del PIB son destinados a las pensiones.
A partir de los discursos de Milei, pareciera que sí está dispuesto a llevar a cabo el ajuste macroeconómico con consecuencias drásticas en el ámbito social. Sin embargo, hay límites a la aplicación de la ortodoxia económica que pretende aplicar. Por ejemplo, llevar a cabo la dolarización requeriría de la formación de una reserva de dólares muy importante y de la cual carece actualmente Argentina, además de la aprobación de Estados Unidos. Hay que ver también que no ha sido muy buena experiencia en países como Ecuador.
Asimismo, la resistencia de la sociedad frente a un ajuste de las magnitudes que se requiere para lograr la estabilidad macroeconómica parece estar en el límite. Es difícil saber si Milei tendrá el apoyo político que se requiere por parte de sindicatos y empresarios para lograr la aplicación de su plan económico.
Un panorama francamente difícil para el país sudamericano. Al parecer con el próximo gobierno habrá que pagar el costo de haber permitido la inestabilidad durante décadas. La situación económica de Argentina tendrá que empeorar antes de mejorar, no hay otra forma en la mentalidad del presidente electo y, obviamente, también por razones objetivas. Argentina va al otro extremo, suerte para ellos.