El 20 de noviembre se conmemora la Revolución Mexicana, una de las efemérides patrias más importantes en la Historia de nuestro país.
Justo por ello, suele eclipsar cualquier otra conmemoración que ocurre en ese día. Señalo dos y me concentro en la última. Es también el Día de la Consciencia Negra—por la lucha contra la esclavitud en Brasil— y, muy importante, el Día Internacional de la Memoria Trans, que hace homenaje a Rita Hester —una mujer trans afroamericana, asesinada en Boston el 28 de noviembre de 1998— a iniciativa de Gwendolyn Ann Smith, también transexual y activista.
El Día Internacional de la Memoria Trans es importante porque conmemora a toda persona no binaria, transgénero o transexual asesinada por transfobia. Y es relevante porque pone en el centro de la atención pública la discriminación, odio, marginación y violencia que la comunidad trans, como parte del colectivo de la diversidad LGBT+, sigue experimentando actualmente en la sociedad.
Es tan triste como desafortunadamente ejemplificador de lo anterior, que apenas el pasado lunes 13 de noviembre se conociera la muerte de Jesús Ociel Baena Saucedo —públicamente conocido como magistrade—, por ser la primera persona no binaria del país y de América Latina, en haber obtenido un alto cargo judicial en materia electoral en el estado de Aguascalientes. La trayectoria de Baena Saucedo es reconocida por su pertinaz —y eficiente— activismo en favor de los colectivos LGBT+ y, particularmente, de las personas trans y cuya adscripción de género va más allá del binarismo. En esa lógica —y por las presiones y amenazas recibidas— se sabe de su solicitud del mecanismo de protección para personas defensoras de derechos humanos. Por otro lado, son aberrantes los mensajes de odio que han proliferado en redes sociales a propósito del caso.
Estoy convencido de que el avance pleno en los derechos de las personas de la diversidad, es el mejor termómetro para medir el bienestar de una sociedad. Si una minoría, como es la de la diversidad, donde los primeros ataques a sus individuos pueden provenir de su misma familia —cosa que no ocurre con otras minorías—, puede insertarse en una sociedad plural en condiciones de respeto y de igualdad objetiva, es que se están haciendo las cosas en dirección correcta. Y particularmente son importantes las vidas y condiciones de desarrollo de las personas trans —que inclusive dentro de los colectivos de la diversidad—, que suelen enfrentar los obstáculos más difíciles y enfrentar las formas más crueles y dolorosas de transfobia.
Véanse los datos de la ONG Letra Ese en el sentido de que México ocupa el penoso segundo lugar como el país en que más asesinatos de personas trans ocurren en el mundo, o que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos señala que la esperanza de vida de una persona trans en México es de 35 años. Esto ocurre en un país indolente frente a esa realidad y con un gobierno desinteresado en hacer política pública para erradicar tan grave problema. Baena Saucedo, magistrade, no llegó a los 40 años. Esto es, ni siquiera a pesar de haber alcanzado una elevada posición y prestigio profesional, fue suficiente para librarse de esas horrendas realidades.
La exigencia social y de los colectivos de la diversidad es la misma: que se esclarezca el caso, se haga justicia, que no haya impunidad ni discursos de odio y que se reconozca su legado.