Milei (3/3)

PESOS Y CONTRAPESOS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

La esencia de la propuesta de Milei es, no solo evitar la expansión del gobierno, sino lograr su contracción, retirándolo de muchos frentes de la vida de una nación en los cuales nunca debería haber aparecido, atentando contra la libertad individual y la propiedad privada, algo propio de los estados de chueco.

La contracción del gobierno implica, entre otras cosas, recortar el gasto gubernamental, manera correcta de reducir el déficit (lo ideal sería eliminarlo), que es la parte del gasto que no se financia con impuestos sino con deuda, producción de dinero o venta de activos, recorte del gasto que afecta, en primer lugar, a los políticos que reparten dinero (sobre todo cuando gobernar se ha vuelto sinónimo de redistribuir el ingreso), y a los ciudadanos que reciben dinero (recepción que en muchos casos se considera, equivocadamente, como un derecho).

Un ejemplo de la contracción del gobierno es el anuncio, primero de muchos por el estilo, de la desaparición del Ministerio de Mujeres, Género e Igualdad que, siendo lo correcto, afectará a los políticos que, a través del mismo, reparten dinero, y a los ciudadanos que, por medio del mismo, reciben dinero, políticos dadores y ciudadanos receptores que se opondrán a la medida.

Esta, la resistencia de los políticos dadores y de los ciudadanos receptores, es el principal obstáculo que enfrentan quienes, como Milei, intentan desmantelar el gobierno ángel de la guarda, que pretende preservarnos de todos los males, y el gobierno hada madrina, que procura proporcionarnos todos los bienes, para quedarse con el gobierno gobierno, cuya tarea es la impartición de justicia, en su doble vertiente: castigar al que viole derechos (y por ello entiendo verdaderos derechos, no necesidades, no intereses), y obligarlo a resarcir.

Dos son las principales resistencias que enfrentará Milei para poder llevar a cabo el desmantelamiento del gobierno ángel de la guarda y hada madrina. La primera, ya mencionada en una entrega anterior de esta serie: el hecho de que en el Congreso, su partido, La Libertad Avanza, tendrá solamente 38 de los 257 lugares en la Cámara de Diputados, y únicamente 7 de 72 en la de Senadores, lo cual limitará seriamente su poder para realizar reformas que requieran cambios legislativos o constitucionales. ¿Hasta qué punto la mayoría de los argentinos realmente votó por el cambio? La segunda, mencionada en un párrafo anterior de esta columna: la reacción de los políticos que ya no tendrán dinero para repartir, más la de los ciudadanos que ya no tendrán dinero que recibir.

Repito lo escrito en una entrega anterior: si por arte de magia, a partir del 10 de diciembre, fecha en la cual Milei asumirá la presidencia, entrara en vigor, tal y como lo concibió, su modelo económico, y se mantuviera sin cambios a lo largo de los años, la situación de la economía argentina, tanto en términos de dinamismo (crecimiento) como de estabilidad (poder de compra), mejoraría. El problema es que ese por arte de magia no tendrá lugar, y la puesta en marcha del proyecto Milei enfrentará, principalmente, las dos resistencias antes mencionadas: la de los legisladores de oposición y la de los políticos y ciudadanos afectados por los recortes en el gasto, parte esencial de la contracción del gobierno.

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