Día internacional de eliminación de la violencia en contra de la mujer: mendigar justicia

ACORDES INTERNACIONALES

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

La violencia en contra de cualquier mujer —rica, pobre, judía, católica, musulmana, con estudios o sin estudios— debe ser repudiada. Se equivocan quienes piensan que la violencia puede obviarse o dejarse pasar porque se pertenece a una categoría dominante. Ésa es una de las falacias de interseccionalidad, herramienta que es muy útil pero que debe estar subordinada a una categoría de dominación primigenia: ser mujer.

Más allá de condiciones y circunstancias, ser mujer representa una vulnerabilidad constante: si eres exitosa, no mereces serlo y tratan de quitarte. Si no eres exitosa, no te dejarán llegar. Si tienes dinero, no necesitas que te paguen; si no tienes dinero, tendrás que conformarte con migajas.

La mayoría de las mujeres padecemos violencia de género; pero, como ha escrito la filósofa Kate Manne, las mujeres que rompemos los esquemas patriarcales y nos alejamos de ellos sufrimos, además, misoginia. Escribe Manne: “La misoginia es principalmente una propiedad de los sistemas sociales o entornos en su conjunto, en los que las mujeres tenderán a enfrentar hostilidad de varios tipos porque son mujeres en un mundo de hombres (es decir, un patriarcado), a quienes se considera que no están a la altura de los estándares patriarcales (es decir, principios de ideología patriarcal que tienen alguna compra en este entorno). Debido a esto, las hostilidades misóginas a menudo apuntarán a las mujeres de manera bastante selectiva (…) Tales hostilidades pueden, alternativamente, tener su origen en las acciones, prácticas y políticas de instituciones sociales más amplias. Lo que se requiere que estas hostilidades tengan en común es su explicación social y estructural: en términos generales, deben ser parte de un sistema que vigile, castigue, domine y condene a aquellas mujeres que son percibidas como enemigas o amenazas para el patriarcado”.

Esto se traduce en que las agresiones a las mujeres empoderadas serán doblemente crueles y agresivas que las que reciban las mujeres débiles y sumisas.

Pero de todas las arbitrariedades cotidianas por las que atravesamos las mujeres, la que más me molesta son los condicionamientos que buscan hacernos mendigar por la justicia.

Ser mujer no es sinónimo de ser mendigas del respeto, de derechos, ni de justicia. No tenemos que suplicar que por favor se atiendan nuestras quejas, ni que se conozcan nuestros casos, ni que se utilice la perspectiva de género en los procedimientos. Y quien no lo entienda no es más que un simple agresor de escritorio, digno de ser repudiado.