Enamorar a la clase media

LA MARGINALIA

Leonardo Martínez Carrizales<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Leonardo Martínez Carrizales*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

El miércoles pasado se celebró, en el Teatro Metropólitan, la premiere del documental de Luis Mandoki sobre Claudia Sheinbaum. Poco después, la obra fue puesta a disposición del público abierto en YouTube.

Esta narración audiovisual es una pieza que se añade a la política de medios generada por la dirigencia de Morena y el equipo de campaña de la candidata (por cierto, no necesariamente unificados en una sola instancia). El documental subraya la preocupación de esta candidatura por atraer un segmento de las clases medias de una sociedad citada a elecciones en 2024. Preocupación ya traducida en un esfuerzo muy intenso por apropiarse de zonas en las redes sociodigitales.

El ”personaje” construido por el relato de Mandoki tiene los atributos de una lucha estudiantil de clase media (CEU), la investigación científica (física, ingeniería y medio ambiente), los estudios de posgrado cursados en una universidad prestigiosa de Estados Unidos, la función pública acreditada en obras monumentales, habitualmente reservadas al dominio masculino (el segundo piso del Periférico), un cargo de elección popular desempeñado con decoro (alcaldía Tlalpan), otro con notoriedad (Jefatura de Gobierno de la CDMX), y la lealtad inteligente y funcional al movimiento lopezobradorista desde 2000, incluido el trauma de 2006.

Sobre estas credenciales, se impone en la obra cinematográfica la condición de hija agradecida, madre cuidadosa, abuela, esposa, mujer que no ha consentido ni a la ciencia ni a la política privarle del honor de cultivar el jardín de los afectos domésticos, es decir, el recinto más apreciado por los sectores medios de la sociedad, conservadores por definición, además de tribales y egoístas, poco dispuestos al universo del bien público y hostiles a la cultura política del cambio, dada la incertidumbre emocional que ésta genera en las acumulaciones de bienes.

Luis Mandoki sólo secundariamente incorporó en su película la fuerza transformadora (y necesariamente agresiva) de los movimientos sociales, la pasión de las multitudes en movimiento, la intemperie del furor social, motor histórico del lopezobradorismo. Estos atributos populares en nada corresponden al atildamiento de clase que la protagonista exhibe continuamente ante la cámara con una eficacia notoria, envidiable e inalcanzable para cualquiera de las figuras públicas de la oposición.

Cuando Morena es un movimiento social de base territorial, afincado en redes de organización colectiva locales y regionales, el personaje creado por Luis Mandoki, dirigentes partidistas y estrategas de campaña no puede sino ser una carta de presentación ante las clases medias; una promesa de que las políticas públicas de redistribución de la riqueza en el próximo sexenio tendrán como límite el respeto del ecosistema familiar del consumo hedonístico, el placer y la seguridad de los santuarios familiares de alta renta per cápita.

Una promesa que apela a los 5 millones de votos suplementarios a los poco más de 30 que ya se dan por firmes, gracias al funcionamiento de las maquinarias del movimiento social. Una apuesta en favor de las condiciones de futuras reformas constitucionales, no exenta de riesgos para la lealtad de la izquierda social.

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