Homofobia y censura

VIÑETAS LATINOAMERICANAS

Rafael Rojas*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

El Tribunal Supremo de Rusia ha decidido que las organizaciones internacionales que defienden derechos de comunidades LGTBIQ+ son extremistas y subversivas y están ilegalizadas en ese país. La decisión es congruente con lo establecido en la Constitución rusa de 2020, en la que se reafirmó la institución del matrimonio heterosexual y se desconocieron las uniones entre personas del mismo sexo.

Tras el pronunciamiento de la máxima institución judicial del país, se intensificaron la persecución política contra la comunidad gay y las muestras de homofobia en la sociedad rusa. El renovado militarismo de la invasión contra Ucrania encuentra eco en un viejo patriarcalismo, atizado por el Kremlin.

Por los mismos días en que se daba a conocer la nueva legislación homofóbica en Moscú, el Festival Internacional de Cine de La Habana censuraba un documental del joven realizador cubano Luis Alejandro Yero. El filme sigue la pista a un grupo de jóvenes gays y trans que emigran de la isla a Rusia, aprovechando la ausencia de visado para los viajes de cubanos a ese país.

Titulado Llamadas desde Moscú (2023), el documental reproduce los testimonios de resistencia de esos jóvenes migrantes cubanos. Algunos de sus mensajes apuntan a la asfixiante leva militar de la juventud rusa y a la atmósfera machista que la acompaña. Frente al odio circundante, los personajes reales de la historia ofrecen una lección de creatividad y sobrevivencia.

Llamadas desde Moscú (2023) ha tenido una meteórica circulación en la segunda mitad de este año. Se ha presentado en festivales de cine de Berlín y Guadalajara, de Bogotá y Gijón. A pesar de ello, el Festival de La Habana lo censuró, en una muestra más de la intolerancia que, por lo visto, no puede abandonar la política cultural cubana, por mucho que presuma de lo contrario.

Detrás de toda censura opera la recepción obsesiva de una policía del pensamiento. En este caso, parece inevitable relacionar el veto con esa misma notoriedad internacional, que muchas veces ha sido un agravante en la historia de la cultura cubana, pero también con la propia homofobia histórica del poder y, desde luego, con la visión crítica de la guerra de Ucrania que trasmite el filme.

Cuba no ha votado a favor de ninguna de las muchas resoluciones de la Asamblea General de la ONU contra Rusia, ni siquiera por las promovidas por aliados latinoamericanos suyos. De hecho, en medio de esta guerra, ambos gobiernos han relanzado aparatosamente sus vínculos, anunciando una nueva edad dorada en las relaciones históricas entre Moscú y La Habana.

La censura es un elemento orgánico de ese relanzamiento internacional, toda vez que Vladimir Putin y las élites gobernantes rusas se convierten en sujetos intocables en los medios de comunicación de la isla. En Cuba, el culto a la personalidad no sólo rige para Fidel y Raúl Castro, o para Miguel Díaz-Canel, sino para sus grandes aliados internacionales: Chávez, Maduro, Ortega y Putin.

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