Sobre el auge del género apocalíptico

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Guillermo Hurtado*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Freud señaló que en los seres humanos conviven una pulsión hacia la vida, con una pulsión hacia la muerte. Las dos pulsiones coexisten, como si fueran corrientes submarinas, en las profundidades de nuestro inconsciente.

Si bien la primera es la que, por lo general, prevalece, la que se fomenta en la superficie de nuestra existencia, la segunda está ahí, latente y en ocasiones se deja ver en el exterior de manera dramática. Traigo esto a colación porque sospecho que, desde hace rato, hay un auge del género apocalíptico en el discurso de ficción que parece responder a esa pulsión de muerte de la que hablaba Freud.

¿Por qué nos gustan las novelas y las películas de tema apocalíptico? ¿Por qué parece que, desde hace rato, cada vez hay más creaciones artísticas dentro de ese género?

Una respuesta muy sencilla es que el morbo no tiene límites: los productores cinematográficos hacen millones con películas que nos muestran, de manera explícita, lo más horroroso, cruel y espantoso de la existencia humana: crímenes, asesinatos, guerras. El género apocalíptico sería uno más de esos productos que apelan a nuestro morbo. Esta respuesta no se puede descartar, sin embargo, sospecho que atrás del auge del género apocalíptico hay algo más que responde al espíritu de los tiempos.

Freud decía que la pulsión de muerte se puede entender como un anhelo para volver a un estado inorgánico, inanimado, inactivo. Desde principios del siglo anterior, varios teóricos de la cultura han afirmado que la cultura occidental está fatigada. Aquí debemos aclarar que la cultura occidental a la que se refieren estos críticos es, principalmente, la europea y, para ser más específicos, la del norte de Europa. Ese diagnóstico no se extendía al resto del mundo. Hoy podría decirse que esa fatiga se ha extendido a otros países como Japón o los Estados Unidos. En ellos encontramos ese cansancio vital que se manifiesta, por ejemplo, en el descenso de los índices de natalidad, en el incremento de casos de depresión, en la profunda insatisfacción existencial que hay en esas sociedades avanzadas.

La hipótesis que podría plantearse es que el auge del género apocalíptico tiene que ver con esa fatiga existencial, con el deseo inconfesable de que todo acabe de una vez, con la ebullición de esa pulsión de muerte en esas sociedades.

Es difícil hacer afirmaciones tajantes sobre estos temas, pero yo diría que los mexicanos no tenemos en ese grado aquella pulsión de muerte. Nos matamos, por desgracia, pero no deseamos secretamente la muerte: una cosa no implica a la otra. Si hay otros grupos humanos que se quieran suicidar, pues allá ellos, que lo hagan de manera lenta, dejando de reproducirse. Lo peligroso es que se quieran llevar al traste al resto de la humanidad, por ejemplo, con una guerra atómica o una hecatombe ecológica.

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