Guinda navidad

SOBRE LA MARCHA

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Cuando Andrés Manuel López Obrador, el político, sea materia de análisis político, habrá de ocupar un lugar destacado entre los dos o tres personajes mexicanos con mayor entendimiento y comprensión del juego en el que decidió participar y ganar.

Como candidato al gobierno de Tabasco, de la Ciudad de México y a la Presidencia, cada vez que perdió —en la capital nacional no— construyó una narrativa que lo colocó como una víctima digna y combativa de los poderes fácticos.

Hizo suyos a los enemigos imaginarios del pueblo, les puso nombre y rostro. Interpretó magistralmente al despojado de bienestar, de justicia, de educación, salud y sobre todo, del derecho a mandar.

Supo atender a la base de la pirámide social apropiándose de las demandas más simples y complejas. Inventó, desde antes de alcanzar la plenitud del poder constitucional, las soluciones a todo mal social, ha decretado el fin de la corrupción y la solución, vía becas y otras subvenciones, de toda carencia mayoritaria.

Al margen de los hechos, sus dichos marcan agenda y orientan votos. Nunca buscó gobernar, esa tarea secundaria habrán de hacerla sus herederos en el poder y en el partido. Lo suyo es una épica que a golpe de repetición proyecta el multiverso 4T.

Cuando la historia política mexicana se ocupe de AMLO, se habrán de contar las veces que como Presidente supo evadir las ataduras formales que la investidura y una práctica democrática moderna imponen.

A la SCJN la tomó con mayor profundidad que cuando Ernesto Zedillo la reformó. A los organismos autónomos los hizo dependientes de su Presidencia, lo mismo a la CNDH que a los reguladores.

A sus opositores partidistas los acomoda donde le son funcionales para proyectar un país binario, conservador, ambicioso y corrupto, o uno —sólo de membrete—liberal, fraterno y honesto.

Nación 4T de blancos y negros, sin titubeos, de buenos o de malos. Cuestionada disyuntiva que goza de aprobaciones mayoritarias. Simplificación que plantea que gobernantes que se asumen como honestos integrales son eficientes y en consecuencia, el pueblo disfruta de un manantial del cual emanan medicinas, educación, seguridad, prosperidad moral y material.

Al cierre de su última Navidad en Palacio Nacional, al mandatario le sale todo. Lo que sus opositores intenten le tiene sin cuidado. Que no transita su quinta ministra de la Corte, insiste, y si no, entonces impone.

Si MC en su circo fosfo-fosfo le hace segunda y desfonda al bloque de contención en el legislativo, entonces encaja las reformas judiciales y de la Guardia Nacional.

Así, despacito, con acento, sorna y determinación, el régimen guinda se consolida. Ya vendrá quien deba enfrentar cómo seguir pagando los decretos superiores y cómo apalancar las obras emblemáticas y concesiones. A su tiempo.

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