En el jardín del Edén

ARQUETIPO FUTBOL

Daniel Alonso*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

El americanismo despertó en el cielo. Con la estrella número 14 bordada en su escudo, presume ser más grande que nunca, alejándose otro peldaño de sus perseguidores en la lista histórica de triunfadores, el más cercano (dos de diferencia), el que más lo sufrió anoche, Chivas.

El americanismo despertó en el cielo. Con la estrella número 14 bordada en su escudo, presume ser más grande que nunca, alejándose otro peldaño de sus perseguidores en la lista histórica de triunfadores, el más cercano (dos de diferencia), el que más lo sufrió anoche, Chivas. Este América podrá presumir que no sufrió en la temporada regular, y que en la fase decisiva de la Liguilla, sólo en la vuelta de la final, y por sus propios pecados en la ida, sufrió antes de culminar la obra de un héroe desconocido, un auténtico bombero, André Jardine.

El América no se coronó el domingo en el Azteca. El verdadero golpe de autoridad ocurrió en la ida, en el propio campo de Tigres, en donde los felinos se presumen como casi imbatibles, las Águilas le pegaron un baile que por lo menos debió ser una ventaja de tres goles para los capitalinos; pero la mala puntería de los americanistas evitó que se repitiera la goleada en San Luis y un zarpazo de fe de los Tigres, nos dio al menos un poco de emoción en la vuelta, al desenlace de un torneo muy atípico, lleno de fallas de logística e irregularidades, ojalá el último de su especie.

Porque en todo el torneo, fue solamente en el domingo de consagración en el Azteca, que Jardine y todo su equipo sudaron sangre en realidad. Un remate de cabeza de André- Pierre Gignac en el área chica, que, por cierto, en este debate de moda sobre quién es mejor, si el francés o Saturnino Cardozo, yo me pregunto si el guaraní hubiera fallado ese cabezazo. Además de la falla de Gignac, el poste que reventó de un zapatazo Rafael Carioca, que hubiera desatado una polémica interminable por la tarjeta roja que le fue perdonada en el minuto uno en la ida, y que hay que reconocer, ayudó mucho para que Tigres saliera vivo del Volcán. Fueron de los momentos que Tigres equilibró el duelo, hasta que Fulgencio ahogó las naves y el sueño del bicampeonato.

No cabe duda que el gran mérito y enorme reconocimiento de este equipo habrá que dárselo a Jardine, el entrenador brasileño terminó de pulir y orientar un equipo que fue armado desde hace tiempo para ser campeón. Y ahí, en pleno éxtasis por la victoria de su equipo, en otro gran gesto de humildad, el director técnico brasileño reconoció la labor de Fernando Ortiz, su antecesor, y quien se quedó a detalles de llegar a la final, y eso, demuestra que el entrenador americanista no sólo tiene capacidades tácticas y deportivas, sino de un gran profesionalismo y honestidad.

La mesa está servida para que este América, con un equipo de “ensueño”, con los mejores jugadores que han llegado en los últimos años al futbol mexicano, como Julián Quiñones, Diego Valdés, Fidalgo, Jonathan Rodríguez, y mexicanos como Henry Martín, Kevin Álvarez, Malagón, no sólo busquen el bicampeonato como amenaza el patrón, Emilio Azcárraga, sino una dinastía como aquella de los años ochenta.

Hoy el América y sus millones de aficionados en todo el país se encuentran en el paraíso, atrás quedaron los fantasmas y todo gracias a un hombre que no figuraba en los planes del club, André Jardine, el nuevo mesías de Coapa.

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