El Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) de Bolivia anuló el derecho a la reelección indefinida de Evo Morales, lo que en la práctica podría traducirse en una inhabilitación de su candidatura para las próximas elecciones presidenciales del 2025. En 2017, ese mismo tribunal, pero con otros jueces, había reconocido que la reelección indefinida era un “derecho humano” y que Morales podía postularse para un cuarto mandato.
En aquel momento se trataba de una reelección indefinida y continua. Hoy Morales aspira al mismo cuarto mandato, que no pudo cumplir por la prolongada crisis política de 2019, cuyo desenlace fue, finalmente, la elección de su exministro Luis Arce Catacora al año siguiente. En los últimos meses, la ruptura entre Morales y Arce ha llegado al extremo de que el primero acusa al segundo de querer asesinarlo, en complicidad con la “derecha, el imperio y la CIA”.
El fallo del TCP establece una contradicción con el texto constitucional y las leyes electorales bolivianas, que aceptan la reelección indefinida discontinua, como en otros países latinoamericanos. Esa contradicción será aprovechada por Morales y sus partidarios, de aquí a 2025, para hacer valer la candidatura del líder histórico del MAS. Pronto veremos demandas contra el acoso judicial a Evo.
En esa corriente de la izquierda boliviana, la reelección permanente se naturalizó desde los tiempos de Fidel Castro y Hugo Chávez, dos grandes mentores del líder cocalero. Morales adoptó una imagen de dirigente máximo e insustituible, muy parecida a la de Nicolás Maduro, Daniel Ortega y sus principales aliados en el bloque bolivariano.
En los años que siguieron a la muerte de Hugo Chávez y Fidel Castro, el reeleccionismo intentó avanzar en los marcos constitucionales de varios países de ese bloque, pero sólo logró consolidarse en Venezuela y Nicaragua. La pugna por la reelección de Morales, en 2019, fue, justamente, una de las causas del descalabro social y político de aquel año, que derivó en el gobierno revanchista de Jeanine Áñez.
La resolución del TCP es un revés para Morales, pero no un impedimento definitivo. Falta más de un año para las elecciones de 2025 y los evistas se movilizarán, dentro y fuera de Bolivia, con el propósito de reinstalar a su líder en el poder. Las redes internacionales de Morales son amplias y está por verse cuál será la posición final del bloque bolivariano, especialmente de Venezuela y Cuba, cuyos gobiernos han mantenido, hasta ahora, un tenso equilibrio entre ambos dirigentes.
No faltan quienes ven ventajas en este cisma feroz entre Morales y Arce, por una supuesta combustión de la hegemonía del MAS. Pero de surgir una candidatura de centro o derecha, con relativa fuerza, en medio de una polarización interna que desmovilice a parte de las bases del MAS, esa hegemonía entrará en la cuenta regresiva. Entonces, cualquiera de las dos reelecciones, la de Arce o la de Morales, estaría en juego.