Esta semana se cumplen cien años del nacimiento de Ramón Xirau. Filósofo, poeta, crítico literario, Xirau tuvo un rol muy destacado en la cultura mexicana de la segunda mitad del siglo anterior. Fue un hombre muy admirado y querido. Recibió en vida varios homenajes. En estos días recibirá otros: hoy sábado habrá una ceremonia en la Academia Mexicana de la Lengua y el lunes que viene otra en El Colegio Nacional.
Aquí quisiera decir algo acerca de Xirau el filósofo. Una queja común entre los filósofos mexicanos es que nadie los lee. Pues bien, a Xirau no le faltaron lectores, por el contrario, los tuvo a raudales. Su Introducción a la historia de la filosofía (1964), reimpresa en numerosas ocasiones, fue la puerta de entrada a la filosofía de miles de estudiantes de varias generaciones, yo incluido. Se trata de un clásico de nuestra filosofía que todavía, al día de hoy, ofrece un panorama amplio y generoso de la disciplina, desde la Antigua Grecia hasta mediados del siglo anterior. Xirau escribió otros libros de filosofía que también fueron muy leídos. Entre ellos, podríamos mencionar De ideas y no ideas, (1974), Entre ídolos y dioses. Tres ensayos sobre Hegel (1980), El tiempo vivido (1985), Cuatro filósofos y lo sagrado (1986). Por cierto, estos títulos fueron publicados luego de que Xirau entrara como investigador al Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM y tuviera la oportunidad de dedicarse de tiempo completo a la investigación, sin tener que desgastarse demasiado en otro tipo de labores docentes o de gestión.
Xirau no construía teorías filosóficas. No le interesaba hacerlo. Tampoco ofrecía argumentos deductivos para apuntalar las tesis que sugería. Su método era otro. Lo que hacía era considerar ciertas ideas y ofrecer razones que nos permitieran adoptarlas de manera probable, no por medio de pruebas rigurosas, sino mediante una discreta persuasión. Por lo mismo, Xirau evitaba entrar en el juego de toma y daca de objeciones y refutaciones. Esta manera de hacer filosofía no fue la más común en el siglo anterior. En aquellos años, las escuelas filosóficas luchaban entre ellas como si estuvieran en un campo de batalla. Xirau hizo filosofía por fuera de esas guerras y, por ello, se aisló de los principales grupos filosóficos de la segunda mitad del siglo XX —como los neokantianos, los tomistas, los analíticos, los marxistas o los latinoamericanistas— que exigían que se tomara partido, a favor o en contra de ellos. Este aislamiento podría hacernos pensar que la filosofía de Xirau es un caso aparte de la filosofía mexicana. No me lo parece. La filosofía de Xirau, por más personal que haya sido, pertenece a la tradición filosófica mexicana y así debe estudiársele.
Pienso que es momento de hacer una nueva lectura de la filosofía de Xirau, una lectura más especializada, más profesional, más crítica. La mayoría de los estudios sobre su filosofía que se hicieron en vida del autor no profundizan demasiado en su obra. No quiero cometer la injusticia de menospreciarlos, pero son escritos más bien de ocasión, casi siempre de homenaje, que se quedan en la superficie y no problematizan a fondo la filosofía del autor. Doy un ejemplo del tipo de trabajo académico que ahora valdría la pena realizar. Xirau afirmaba que la vida y la obra de un filósofo no estaban separadas. Eso mismo se puede decir de su vida y su filosofía. Una biografía intelectual de Xirau —que, en su caso, tendría que ser, también, una biografía espiritual— es una asignatura pendiente de nuestra historia de las ideas. La historia de cómo la vida y el pensamiento de Ramón Xirau fueron entrelazándose es fascinante.
Tengo entendido que el archivo y la biblioteca de Ramón Xirau fueron donados a la UNAM por su viuda, Ana María Icaza. Ojalá que ese archivo pronto esté disponible a los especialistas para que puedan realizar nuevos trabajos sobre el pensamiento de Xirau. Sería una lástima que el archivo —que podemos suponer contiene materiales muy interesantes— quedara arrumbado en un rincón sin que se le preserve y se le dé el uso que merece. Para que la UNAM haga justicia a la memoria de uno de sus más grandes maestros, debe organizar y hacer disponible al público ese valioso legado.