Los compositores e intérpretes se enferman: concebir y ejecutar música a nivel profesional es, aunque parezca que no, una actividad arriesgada, a pesar del gozo y la satisfacción de los protagonistas. Por ejemplo, los movimientos rápidos tanto en el tiempo como en el espacio de un violinista concertino o de un director de orquesta tienen que ser ejecutados con total precisión y naturalidad ante el auditorio: gestualidades, las cuales demandan lazos de la expresión motora con la sensorial complementarias al esfuerzo de memorizar las notas y los tempos orgánicos de la partitura.
La profesión de músico demanda de destrezas auditivas, sensorias, motoras y emocionales que se adquieren tras un largo periodo de formación académica iniciado en la infancia o en la adolescencia, y se despliega durante toda la vida en un íntegro ejercicio corporal e intelectual. “La ansiedad por la perfección, el temor al fracaso y la autoexigencia, acompañan el proceso de aprendizaje de un instrumentista. Los músicos son propensos a las exaltaciones emocionales, derivadas de la duración extrema de ensayos (posturas obligadas, intensa repetición de pasajes, búsqueda de la perfección...), donde se dejan a un lado las limitaciones del cuerpo, lo cual se manifiesta después en agotamientos y malestares musculares. Los vemos en los escenarios sonrientes y gozosos; pero, el estrés los acecha”, escribió el musicólogo Peter Quantrill.
Los problemas de salud que amenazan a los músicos van de trastornos musculares (pianistas, ejecutantes de instrumentos de cuerdas, directores, percusionistas...), lesiones auditivas (miembros de la sección de metales) y anomalías ópticas (esfuerzo para leer las partituras), hasta una serie de dolencias correlativas a las tensiones nerviosas por la zozobra durante las actuaciones. Quizás, el padecimiento de más frustración para un concertino sea la distonía representada por el menoscabo progresivo del control y precisión al tocar un instrumento.
Leo la colección Músicos y medicina. Historias clínicas de grandes compositores (El Colegio Nacional, 2019-2023), de Adolfo Martínez Palomo: biografías médicas de 28 figuras emblemáticas del universo de la música de concierto presentadas en catorce volúmenes: Claudio Monteverdi/Vivaldi, Mahler/Shostakóvich, Verdi/Gounod, Chopin/Schumann, Bach/Handel, Berlioz/Mendelssohn, Rossini/Schubert, Liszt/Wagner, Haydn/Mozart, Beethoven/Paganini, Donizetti/Bellini, Clara Schumann/Brahms, Borodin/Bizet, Chaikovski/Puccini.
Tres pacientes: Haydn a los 71 años no pudo terminar un cuarteto de cuerdas. “He perdido toda mi fuerza, estoy viejo y débil”, le dice a su editor. La hinchazón de los pies lo obliga a permanecer encerrado en casa. Dos años más tarde pierde la memoria y la migraña lo aturde. / Richard Wagner sufrió de crónicas perturbaciones intestinales debido al síndrome de colon irritable: cólicos, estreñimiento, flatulencia, distensión abdominal. / No hay asentimiento sobre las causas de la muerte del amado de los dioses. La historia clínica del autor de Pequeña Serenata nocturna es un gran misterio. El más grande genio musical de todos los tiempos enfermó como cualquier mortal: murió, lamentablemente, demasiado pronto.
Haydn y Mozart
- Autor: Adolfo Martínez Palomo
- Género: Semblanza
- Editorial: El Colegio Nacional, 2020