Reivindicar la Libertad

DE LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Es el subtítulo del libro de José María Lassalle, cuando encuentra que el liberalismo está herido, y como se requiere la reivindicación de la libertad frente a esta nostalgia el autoritarismo. Y es que en la era de la incertidumbre, como describe a nuestros tiempos, observamos ir y venir estos relatos que interpretan al mundo “pasado” como algo único, desde un punto nostálgico.

México es de los países latinoamericanos gobernados por el populismo, que una y otra vez nos recuerda esta nostalgia por el México del pasado, el del PRI revolucionario, del “general Cárdenas”, el de “el licenciado”.

En el relato populista es una impronta cuyo fin es establecer la sensación de que nos encontramos en una situación de colapso y catástrofe, de “los valores”, frente a “los corruptos”, “la mafia del poder”, “los fifis”. Entonces unos y otros “luchan” y entre más voraz sea esa disputa, mejor para el populismo, que finalmente vive del odio.

Lassalle observa que estamos en un momento refundacional del mundo, aunque en realidad desde mi punto de vista tiene que ver con los cambios naturales entre siglos. Al inicio del presente siglo hemos vivido los ataques terroristas, la gran recesión del 2008, el coronavirus, hoy vivimos la era de la Inteligencia Artificial y los Algoritmos. Hay nuevos problemas y también nuevos temas en la cancha. Creo que también tiene que ver con la lucha generacional.

La racionalidad que buscaba el bien común, ha sido sustituida por la pluralidad que se encuentra en conflicto; quizá porque a final del siglo pasado, el mundo tuvo un consenso estable bajo la idea de que con los modelos de la posguerra mundial se llegaría a un estadio mejor para cada individuo, aunque fuera por goteo, en la narrativa lo mejor era formarse porque “ya llegará”; hoy esa hipótesis es difícil de sostener; incluso es claro que el propio liberalismo busca la reivindicación, que es donde Lassalle escudriña.

El bien común está en riesgo, porque no se puede generar un consenso estable sobre qué es el propio bien común, es decir, se ha convertido en lo que cada quien quiera que sea en esta actualidad, lo que deriva en ingobernabilidad y complejidad y es el caldo de cultivo del populismo, que tiene esta capacidad de síntesis para solucionar cualquier cosa. Recordemos aquel spot, que es una joya de la comunicación populista: “de cuando a acá, se requiere tanta ciencia para extraer petróleo… es como perforar un pozo como si se fuese a extraer agua“.

Entonces estos ambientes, nos llevan a los “personalismos”, a la democracia directa, polarizada e inmediata, que no es liberal, que no tiene procedimientos, ni reglas. Hoy también vivimos en el ambiente de las pasiones, con el populismo como un tsunami alentado por el egoísmo y el miedo, lo que lleva al liberalismo hacia la necesidad de una evolución política y a una nueva adaptación.

Desde la visión de Lassalle el populismo gana peso, porque frente a sí, no existe capacidad de réplica y organización que voltee la energía populista; y aunque en efecto el liberalismo está herido, no está muerto y debe reencontrarse a sí mismo. Esto es lo que el autor enfatiza.

Su propuesta es que dicha reivindicación, debe tener como foco, lo que denomina hibridación virtuosa del liberalismo que lo hiciera amistoso y hospitalario, mediante la educación cívica basada en la cultura y el humanismo como soporte. Una especie de liberalismo empático que incentive la capacidad crítica. Una clave puntual y central es reivindicar el valor de la amistad frente al odio que se esparce en el mundo digital. Entonces, frente al odio, la amistad, frente a la exclusión y la agresión, la empatía.

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