Carlos Urzúa

BANDA ANCHA

Roberto García Requena<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Roberto García Requena*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

No tuve la oportunidad de conocer personalmente a Carlos Urzúa, pero es ampliamente reconocido por haber sido un hombre honesto y sabedor de la ciencia económica, con un enfoque social.

Fue secretario de Finanzas de la Ciudad de México en el gobierno de López Obrador en el primer trienio de su mandato (2000 a 2003). Renunció por razones personales para irse a la academia. Por cierto, entró en su lugar Gustavo Ponce, aquel funcionario que fue grabado apostando cientos de dólares en un casino de Las Vegas.

Conocido por ser un economista preocupado por la pobreza y las causas sociales, sin ser un radical de izquierda, López Obrador lo invitó a formar su programa de Nación 2018-2024, y en el arranque del sexenio lo nombra secretario de Hacienda. Su inclusión en el gabinete dio confianza y mandó una buena señal a los mercados e inversionistas en el sentido de que la política económica se iba a manejar con responsabilidad.

Duró sólo siete meses en el encargo y dimitió con una carta que hizo pública explicando sus razones. Se fue en un momento en el que el Presidente AMLO era muy poderoso y contaba con grados de popularidad muy elevados. Fue muy valiente Urzúa en renunciar y expresar sus motivos.

En su carta denunció lo siguiente: “Discrepancias en materia económica hubo muchas. Algunas de ellas porque en esta administración se han tomado decisiones de política pública sin el suficiente sustento. Estoy convencido de que toda la política económica debe realizarse con base en evidencia, cuidando los diversos efectos que esta pueda tener y libre de todo extremismo, sea éste de derecha o izquierda. Sin embargo, durante mi gestión las convicciones anteriores no encontraron eco.”

Es decir, le dijo NO al Presidente en una serie de decisiones que se tomaron sin sustento. Y como nadie le hizo caso, fue leal a su visión y prefirió renunciar.

En la misma carta después agrega: “Me resultó inaceptable la imposición de funcionarios que no tienen conocimiento de la Hacienda Pública. Esto fue motivado por personajes influyentes del actual Gobierno con un patente conflicto de interés.”

Al renunciar Urzúa se fue al Tec de Monterrey a dar clases, y comenzó a escribir una columna en El Universal, convirtiéndose en un crítico notable de algunas políticas públicas del actual Gobierno. En una de sus últimas intervenciones denunció la existencia de un padrón fantasma de 600 mil personas que reciben pensión del bienestar.

Murió de un infarto este pasado lunes en su casa. Ya se había incorporado al equipo de Xóchitl Gálvez. Se le va a extrañar. Un mexicano formidable.

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Rafael Rojas