La motosierra y la bazuca

VIÑETAS LATINOAMERICANAS

Rafael Rojas<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Rafael Rojas*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Hace unos días se celebró en Maryland la reunión anual del CPAC o Comité de Acción Política Conservadora, un foro que está cumpliendo 50 años de existencia. Para alcanzar una idea de las continuidades y rupturas de esa derecha estadounidense, con fuertes conexiones hemisféricas, habría que recordar que, al fundarse, el CPAC giraba en torno al liderazgo de Richard Nixon y hoy tiene como figura central a Donald Trump.

En esta edición de aniversario, además de Trump, han intervenido el español Santiago Abascal, líder de Vox, y los presidentes de Argentina y El Salvador, Javier Milei y Nayib Bukele. En su intervención, la exprimera ministra de Gran Bretaña, Liz Truss, dijo que se necesitaba una “bazuca más grande” para derribar los prejuicios acumulados por la mentalidad de izquierdas.

El símil de la bazuca es equivalente al de la motosierra de Javier Milei, que fue explícitamente elogiado por el presidente del CPAC, Matt Schlapp. Milei inició su discurso con el grito de “Viva la libertad, carajo”, que fue recibido por Trump con una gran sonrisa. Y acto seguido expuso cómo su proyecto es hacer grande a Argentina, de nuevo, en una perfecta copia del discurso trumpista.

Fue inquietante ver a políticos iberoamericanos, como Abascal, Milei y Bukele, acompañando gustosamente un evento con fuerte acento antimigrante y, específicamente, antimexicano. El propio Bukele llegó a decir que su política contra la criminalidad es una estrategia adecuada para garantizar la seguridad, pero también para contener la emigración desde Centroamérica.

Mientras Milei mezclaba el nativismo argentinista con la promesa libertaria de recortar el gasto público y achicar el Estado, Bukele arremetía contra el globalismo, la prensa, la autonomía de la sociedad civil y las organizaciones no gubernamentales. Todo aquello sonaba como música para los oídos del trumpismo, que ha colocado a la derecha estadounidense fuera de su tradición más propiamente liberal y republicana.

Para encontrar antecedentes de una convergencia tan notable entre líderes de Estados Unidos y América Latina habría que remontarse a los años 90, cuando el llamado “consenso de Washington”. Y aún así, difícilmente podría señalarse una coincidencia tan notable, que ahora pasa por el uso de un lenguaje político común.

Los símiles de la motosierra y la bazuca ilustran a la perfección una sintonía en la que unos y otros llegan a compartir los mismos enemigos, a pesar de tantas diferencias de contexto. A la vez que unifican sus objetivos, las nuevas derechas otorgan un rango transnacional a sus rivales de izquierda.

El trumpismo y el putinismo se reconocen en los ataques de Bukele a George Soros, los grandes medios de comunicación occidentales y el activismo pro-derechos humanos. Y Abascal y Truss ven en la recuperación de la grandeza argentina, prometida por Milei, una extensión de sus propias nostalgias por la época dorada de los imperios británico y español.

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