La Presidencia no es la respuesta

ARISTAS

Antonio Michel Guardiola *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Todo apunta a que, por primera vez en la historia, México tendrá una mujer en la Presidencia de la República. Un avance digno de celebrarse; algo que ni siquiera en EU ha ocurrido ni sucederá en 2024.

Sin embargo, tener una Presidenta no resolverá la disparidad, la violencia y la desigualdad que padecen las mujeres en este país. Al momento, las candidatas han enunciado propuestas para promover a las mujeres, pero el impulso queda corto para responder a la necesidad de un cambio sistemático para cerrar la brecha. Prueba de ello es que el Gobierno de AMLO, que tanto se ha jactado de alcanzar la paridad en el gabinete y en el Congreso, ha sido también el sexenio con mayor violencia de género y donde las mujeres han gritado sin ser escuchadas.

La marcha del 8 de marzo fue la más concurrida desde que se tiene registro. Hay una razón: sus reclamos siguen pendientes y sus voces sólo obtienen un eco como respuesta. El Gobierno de López Obrador lejos de invertir más recursos para eliminar las raíces de la inequidad de género, los ha recortado. Tampoco ha puesto en marcha programas que aminoren las injusticias que sufren las mujeres. A pesar de que el Gobierno ha reiterado que los feminicidios y la violencia de género han disminuido, los datos oficiales muestran que de 2022 a 2023 las desapariciones de mujeres crecieron en 40% y las violaciones en 11% (datos publicados por el Observatorio Nacional Ciudadano).

Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez se han postulado como las abanderadas de la igualdad de género por el simple hecho de ser mujeres que aspiran al Ejecutivo federal. Sus propuestas parecen paliativos temporales a rupturas del tejido social que no se repararán con un parche. Sheinbaum ha prometido recortar la brecha salarial y lanzar más oportunidades laborales; ha anunciado que incrementará las capacidades institucionales en todo el Gobierno para que cada homicidio de mujer se investigue como feminicidio, lo cual tampoco es una solución. Propuso el programa de Abogadas de las Mujeres para dar seguimiento a los procesos judiciales. Todas estas ideas apuntan a reaccionar ante la inminente ineficiencia de la procuración de justicia.

Gálvez ha tomado otra vía, enfatizando la salud, como el Sistema Nacional de Cuidados y el programa de Médico en tu Casa. Ha reiterado su intención de regresar los centros de asistencia a mujeres y ha prometido instaurar un fondo para atención a víctimas. De nuevo, son programas que dan respuesta a problemas emergentes, pero no necesariamente resolverán los factores ni las raíces de la disparidad multidimensional que atraviesan las mujeres mexicanas.

Las palabras se desvanecen en el olvido si no se graban en la memoria de la gente y, para que ello ocurra, hay que picar piedra. Los anuncios que retumbaron en los corazones de las mujeres que sentían que al fin alguien respondería a sus llamados de atención han sido opacados por los gritos de desesperación ante la prevalencia de los males que aquejan. Si Claudia y Xóchitl quieren ser elegidas, tendrán que solidarizarse con la causa y callar esos malestares con medicinas, no con susurros.

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