¿Cómo comprender a autoridades federales y estatales que informan sobre el secuestro de 66 personas, como asunto “normal”, “cosa entre bandas criminales”?
Ayer el Presidente López Obrador festinó que no se perdieron -más- vidas humanas. Y fustigó -más- a medios y periodistas por lo de siempre; a partir del baño de sangre que es México, critican los resultados de la política de seguridad durante su régimen.
Lo sucedido en Sinaloa, el masivo levantón -con menores de edad incluidos- secuela, dicen, de la disputa entre Los Chapitos de Badiraguato y la Gente del Guano, con tres decapitados -del bando de los juniors- en la víspera; no es pleito contra ciudadanos inocentes, es -entiéndase la narrativa-, bronca entre malos y peores.
¿Debemos asumir que, si uno se porta bien, nada estará mal?
Sinaloa, guste o disguste, padece un gobierno emanado de un proceso electoral manchado por la sospecha de haber sido encauzado por intereses criminales, secuestros de opositores -operadores y candidatos- y por tanto, un poder constitucional sometido a otro poder meta legal.
En Paraíso, Tabasco ejecutaron a 6 y a otros cinco en un día; once en total. En Chiapas bloqueos carreteros, quema de vehículos y tres muertos. En México el promedio diario de asesinatos es de más de 90.
Eran más al inicio del sexenio. La paz con justicia no llega, no llegará durante el primer piso de la Cuarta Transformación.
Culpa del pasado, de los que ahora osan disputar el poder criticando la falta de resultados. Y peor, cuando toda observación adversa al movimiento oficial está, sí o sí, motivada en la pérdida de privilegios producto de la brutal erradicación de la corrupción. Ajá.
Vivir una Patria en la que el secuestro de una persona o de decenas de ellas no sea “cosas que suceden”; algo cuya alarma no merezca, como respuesta oficial, un regaño por hacer el juego a los “conservas” que antes callaron o a las estrategias de los que antes robaron más; eso será asignatura vital para quien construya ese segundo estadio de la 4T.
Si democráticamente sueñan con la validación popular a su proyecto de gobernanza, deben aprender a operar más, a usar los resultados como propaganda y no a fincar su longevidad en la narrativa militante que insulta la inteligencia de ese pueblo al que tanto pregonan amar.
Encuestas. A pesar de los nuevos bríos inyectados en la campaña de Xóchitl Gálvez con gente de probada data victoriosa, las dos encuestas más recientes mantienen una diferencia respecto a Claudia Sheinbaum, tan amplia que cada día se antoja más difícil cerrar.
En la Ciudad de México el escenario no luce igual, acá puede haber incertidumbre sobre quién ganará. Hoy la ventaja la tiene Clara Brugada.
En su contra aparecen señales de división entre esa izquierda sectaria por naturaleza. Como aquel alacrán que picó a la rana sobre la cual cruzaba el río.