Han sido días intensos para Donald Trump, con victorias, derrotas y muchos escándalos. El expresidente vive de esto y se siente cómodo jugando en la cuerda floja. Todo es parte de su caótico plan para elevar la tensión y mantener en el máximo estado de excitación a su base de votantes de cara a las elecciones de noviembre. Él se juega el todo por el todo. De no ganar, podría terminar tras las rejas. Por esto no parará en ningún límite para lograrlo. Por esto es peligroso.
Dentro de los múltiples juicios que tienen en su contra, una buena noticia llegó a Trump. De los 450 millones de dólares que tenía que pagar por el caso de agresión sexual que ya perdió, le han hecho una rebaja a 175 puesto que él se ha declarado incapaz de pago. Esto es oxígeno puro para él, aunque ya se ve por dónde llegará su siguiente estrategia cuestionable para hacerse de dinero nuevamente: su red social ha salido a la bolsa y es la nueva burbuja que pronto reventará, justo después, seguramente, de que él la venda. Trump siempre cae de pie.
La mala noticia llegó en el caso penal en torno al pago para comprar el silencio a la actriz porno Stormy Daniels. Por más que sus abogados han tratado de dilatar el caso para que pasen las elecciones, será en abril cuando Trump tenga que sentarse en el banquillo de los acusados para defenderse en un caso que no deja de tener tintes políticos.
Con los demás casos pendientes en su contra, algunos de ellos también penales, los malabares en las cortes siguen adelante. Trump alega que se trata de una persecución política en su contra, algo hay de esto. Trump es un hombre que se siente por encima de la ley y la moral, pero también es cierto que sus enemigos políticos han tratado de usar la ley para sacarlo de la contienda. Este movimiento lo único que ha sacado a la luz son los huecos de las leyes electorales: Trump no puede ser inhabilitado para contender a la presidencia en caso de ser condenado, es más, puede ser presidente aún desde la cárcel.
Acorralar a una bestia herida y sin limitaciones, no es una buena idea. Trump ha sacado sus peores colores ahora que lucha por su vida. Aunque se calcula que de ser condenado perdería una buena cantidad de votantes, su base le es fiel puesto que está convencida de que todo es invento progresista; una trampa política en contra de su líder. El discurso ha llegado a sus límites: ahora Trump descaradamente busca afianzar a los votantes conservadores al mezclar política y religión vendiendo biblias con mensajes políticos incluidos y anunciarlas diciendo que “Hacer América grande de nuevo es nuestra religión” al tiempo que llama a los migrantes “alimañas” que “contaminan” a los Estados Unidos, haciendo eco de las vergonzosas campañas del nazismo alemán.