Hambruna en el gueto de Gaza

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Bernardo Bolaños*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

En Gaza la gente casi no come. 100% de la población sufre de “severa inseguridad alimentaria aguda”, según el mismísimo Antony Blinken, secretario de Estado de Estados Unidos.

Para imaginar lo que esto significa, vale la pena ver en Netflix la primera parte de la película El pianista, dirigida por Roman Polanski, donde se retrata el gueto de Varsovia. Digo la primera parte, pues la segunda es ya propiamente sobre el Holocausto. Quienes consideran que en Gaza no se debe ni se puede hablar de genocidio, deberían hacer todo lo que esté en sus manos para evitar el paso de la desnutrición masiva en Gaza a la hambruna y, con ella, a la confirmación de un genocidio.

No hay una ideología libre de producir hambrunas. Los ingleses y su liberalismo fueron en buena medida responsables de las hambrunas de la papa en Irlanda, de 1845 a 1852, y de la hambruna de Bengala, India, en 1943. La primera mató a un millón de irlandeses y la segunda a 3 millones de bengalíes. En ambos casos, el respeto británico al sacrosanto derecho de propiedad, en un contexto de colonialismo, provocó que el gobierno no interviniese para repartir las escasas cosechas de papa y arroz, respectivamente, afectadas por un hongo en un caso y por inundaciones en el otro. Había algo de comida, pero la gente humilde no podía pagarla y el gobierno inglés despreciaba la vida de irlandeses y de hindúes. Winston Churchill dijo de éstos: “La hambruna fue su culpa por reproducirse como conejos”. A irlandeses y bengalíes los mataron el capitalismo y el racismo.

En el caso de la hambruna de Ucrania, entre 1932 y 1933, el responsable fue Stalin. Primero perturbó los ciclos productivos con una colectivización forzada de la agricultura en 1930. Luego les impuso a los ucranianos metas de producción inalcanzables. Cuando la noticia del hambre pudo haberse esparcido y generado una operación de rescate, la censura lo impidió. No había libertad de expresión y, por lo tanto, tampoco el derecho de exigir ayuda, quien lo hacía era considerado un disidente político y era asesinado o deportado a Siberia. A 4 millones de ucranianos los mató de hambre la dictadura comunista y el colonialismo ruso en Ucrania.

En el caso de Gaza, en 2024, los principales responsables son Netanyahu y la derecha israelí. Niegan los hechos. Impiden la entrada de suficiente ayuda. Cierto, el actual conflicto entre el gobierno de Israel y Hamas comenzó por los atentados terroristas de éste. Pero no sólo la desproporción en el número de víctimas inocentes palestinas e israelíes es violatoria de las leyes de la guerra, sino que una hambruna deliberadamente tolerada no sirve directamente para capturar a los terroristas de Hamas ni para rescatar a los rehenes israelíes.

Dada la destrucción, no se pueden producir alimentos internamente en Gaza. El bloqueo a la llegada de víveres es criminal, genocida. Como en los casos de Irlanda, Ucrania y Bengala, existe una dimensión colonial en esta catástrofe humanitaria. A los palestinos los está matando de hambre la ideología belicista de la derecha israelí, así como el odio y el deseo de venganza.

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