Árbitro despistado y tentaciones autoritarias

SOBRE LA MARCHA

Carlos Urdiales<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Carlos Urdiales*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

De uno y otro lado van y vienen tiempos electorales, mezquindad sin rubor.

Pretender prohibir las mañaneras del Presidente fue un despropósito, ante el cual el INE desestimó la petición de partidos opositores que demandaron silenciar al mandatario. Dijeron que, por intervenir constantemente en el proceso electoral, desde su tribuna, la más poderosa.

Los consejeros electorales dijeron no. Bien por privilegiar al vigor democrático por encima de chicanadas leguleyas de gandallas.

Desafortunadamente, AMLO tronó horas antes del anuncio del árbitro electoral en contra de esos adversarios, pero, fiel a su costumbre, más tirria puso en los medios de comunicación y algunos periodistas.

El infortunio ocurrió cuando escuchamos al titular del Poder Ejecutivo aventar provocadoras ideas tales como quitar concesiones de radio y televisión, o cancelar espacios de comunicadores. ¿Por?

Parecería que el Presidente López Obrador se asume no como servidor público, sino como líder de opinión, o igualmente mal, equipara a conductores de informativos con funcionarios electos o designados.

La investidura republicana, colocada a la par de periódicos, radios y canales.

Gobernar hablando distorsiona la óptica presidencial, definir el derecho de réplica a su saber y entender hace que nuestro jefe de gobierno orbite, un día sí y otro también, en arengas como instrumentos de buena gobernanza.

Al margen de las chispas de Palacio Nacional, el INE acotó la absurda pretensión, sin embargo, preocupa que el responsable de la operación electoral esté lento de reflejos, confuso en las ideas de su cabeza, que es el Consejo General.

Asusta que, tras los traspiés del primer debate presidencial, conociéramos que hubo arrebatos internos que violentaron acuerdos del Instituto con candidatas y el abanderado emecista.

¿Cómo fue que la consejera encargada de la comisión temporal de debates, Carla Humphrey, se enteró apenas pocas horas antes del trascendente encuentro, de la imposición de la presidenta Guadalupe Taddei y sus leales, para sentarse donde se había pactado no habría nadie?

Una semana antes, ante el enredo entre la Cámara de la Industria de Radio y Televisión, RTC de Gobernación y el propio INE, respecto a la grosera parcialidad de La Hora Nacional a favor de una de las candidatas, y la consecuente exposición de concesionarios de medios a sanciones por transgredir el principio de equidad, los consejeros tardaran en establecer un referente; que no trasmitir La Hora Nacional dañaba el precepto de la libertad de expresión.

Y explicar que si RTC y la producción pro-Gobierno, no pro-Estado, de dicha emisión, ya habían reculado en sus afanes de quedar bien, pues no se debía cancelar su habitual y voluntaria programación. De nuevo, el INE lento y reactivo.

Lo que pasó con el primer debate, las sillas y presencias impuestas, pintan un cuadro que debe alertarnos. El disenso en un cuerpo colegiado se agradece, el enfrentamiento faccioso, no.

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